«Los intelectuales que visitaron la URSS creyeron lo que querían creer»
El autor ruso, que ha investigado en los archivos del KGB, cifra en 2.000 el número de escritores que murieron víctimas de la represión del régimen
Actualizado: GuardarVitali Shentalinski se ha sumergido durante casi dos décadas en los archivos del KGB en busca de los documentos que testimonian la represión de la que fueron objeto miles de escritores en los años del poder soviético. El día que llegó a la Lubianka, la siniestra cárcel situada en el centro mismo de Moscú, uno de los guardias hizo un singular ejercicio de humor negro: «Es usted el primer escritor que entra aquí por propia voluntad». Allí estaba efectivamente el rastro de todos los escritores que fueron conducidos a la fuerza hasta sus celdas para ser sometidos a interrogatorios lindantes con el surrealismo y juicios en los que ni siquiera se molestaron en guardar las formas. Los datos hablan por sí solos: alrededor de dos mil fueron fusilados o murieron en campos de trabajo. Un número indeterminado de ellos se quitaron la vida, incapaces de soportar tanto sufrimiento. Otros tres mil fueron represaliados de muy distintas formas, desde la cárcel hasta el ostracismo. Shentalisnki publica ahora el tercero de los libros fruto de su monumental investigación (Crimen sin castigo, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), con los que ha contribuido a mostrar al mundo la sordidez de un régimen que se decía defensor de las artes y a rescatar del olvido a un puñado de autores que cometieron el error de creer que podían escribir en libertad. Todo eso mientras muchos intelectuales europeos visitaban el país, se creían a pies juntillas y sin el menor asomo de crítica la verdad oficial y se convertían en propagandistas de un régimen que decía buscar la felicidad de sus ciudadanos mientras los conducía al infierno.
-¿Ha habido algún lugar en el que los intelectuales en general y los escritores en particular hayan sido objeto de una persecución semejante a la que sufrieron los rusos con Stalin?
-Tal vez sólo con Hitler en Alemania. Pero estamos hablando de casos de distintas proporciones, porque con Stalin fueron muchos más los perseguidos y durante más tiempo. Habría que añadir otra diferencia, y es que mientras Hitler destruía a los ajenos, Stalin era un verdadero genocida con su gente.
-Durante los años veinte hubo un florecimiento de las artes en la URSS y los intelectuales occidentales que viajaron hasta allí volvieron deslumbrados. ¿Cómo fue posible un cambio tan radical?
-No creo que el florecimiento de los años veinte fuera tal. Más bien me parece que eso fue un mito que se difundió en Occidente. En los veinte ya hubo persecuciones y eso que se ha llamado la edad de plata de la poesía rusa es en realidad anterior a la Revolución. Otra cosa es que las vanguardias de izquierdas y los futuristas sí tuvieran un buen momento en esos años. Pero en realidad se debe a una acumulación en el tiempo de artistas que se habían formado en los años anteriores. En los veinte lo que se percibe ya es un oscurecimiento de la creación y la vida intelectual. El mito del que usted habla se debe a los intelectuales europeos que fueron en aquellos años, y después, y se negaron a ver lo evidente.
El poder de los burócratas
-¿La persecución de los intelectuales y escritores era inevitable a partir de la doctrina o más bien fue un asunto de las personas que dirigieron el partido?
-En los años veinte se dio un proceso de sustitución de los idealistas que hicieron la revolución por los burócratas. En el grupo de los idealistas había no pocos artistas. En el segundo grupo había gente que veía el arte al servicio del partido. A partir del momento en que éstos tomaron el poder, la Unión de Escritores se dividió: quienes entendían el arte como los nuevos líderes pasaron a dirigirla, y el resto terminó en los campos. Quedó claro, entonces, que no había lugar para los creadores independientes; incluso que era un suicidio planteárselo. Bulgákov, que sufrió persecución, decía que para ser escritor había que ser un héroe.
-¿Quiere decir con todo ello que de no haber sido por la muerte de Lenin primero y la renuncia del comisario de Cultura Lunacharski más tarde las cosas podrían haber sido distintas para los intelectuales?
-No, no lo creo. Como en el caso de los jacobinos en la Revolución francesa, desde el principio de la Revolución de Octubre hubo una actitud despreciativa hacia la intelectualidad. Le voy a dar un ejemplo. Lenin era una persona a la que no le gustaban nada las palabras soeces. La expresión más vulgar que salió de su boca, al menos de las que se tiene noticia, fue para decir que la intelectualidad era una mierda. Ya sé que más de una vez comentó que él no tenía por qué inmiscuirse en lo que pintaba un artista o escribía otro, pero eso no pasaba de ser un rasgo de populismo. En 1922, el Gobierno reunió a las glorias del pensamiento ruso, los subieron a todos a dos barcos y los expulsaron del país. Fue una verdadera amputación.
-¿Tanta fe tenía el régimen en la capacidad de educación de las masas por parte de la literatura?
-Quien tenía influencia era el sector ilustrado de la sociedad, y éste había sido educado en la literatura clásica rusa. Ellos eran los que resultaban más influenciables.
-La represión se basó en la delación: escritores que denunciaban a sus colegas. Eso sucedía en el país que quería crear el hombre nuevo...
-La delación no es un fenómeno exclusivo de Rusia. Pero no lo dude: ese era el hombre nuevo que querían crear, el delator, el que viera en la esclavitud su libertad. Lo que promulgaban los bolcheviques era la libertad de los esclavos. Bujarin, uno de los grandes intelectuales de los primeros años de la Revolución, que terminó él mismo aplastado por la maquinaria del régimen, decía que aspiraban a crear intelectuales en serie, que pensaran como ellos querían que lo hicieran.
Felices a la fuerza
-Parece que lo consiguieron en bastante casos.
-Los bolcheviques propusieron a Bujarin, que era uno de los ideólogos del partido, que trabajara junto a Pavlov para sustituir los perros de su famoso experimento por hombres, de manera que se pudieran provocar determinadas reacciones. Esa era una idea fundamental para crear el hombre nuevo. Llegaron a decir que con un látigo de acero llevarían a la humanidad hasta la felicidad.
-Muchos intelectuales europeos visitaron la URSS en los años de Stalin e incluso después y a su regreso no contaron nada de todo eso. ¿A qué atribuye esa actitud?
-En primer lugar, no les enseñaban todo; sólo les mostraban nuestros logros. Y luego, ellos creían cuanto les contaban porque querían creerselo. Gente mayor, experimentada, grandes intelectuales, y estoy pensando en gente como Rolland y otros, se dejaron engañar. Creyeron lo que querían creer. Así fueron las cosas.
-¿Pudo influir la simpatía suscitada por la URSS durante la Segunda Guerra Mundial, porque fue el país que tuvo más bajas y sus soldados dieron muchas muestras de heroísmo?
-Sí, sin duda. En Europa se vio a Stalin como el vencedor del nazismo, y no como una variante de lo mismo que se había dado en Alemania. Cuando, ya en tiempos de la perestroika, viajé a París, me sorprendió encontrar fotos de Stalin en el metro, en anuncios publicitarios. ¿Por qué fotos de Stalin y no de Hitler?, pregunté. Bueno, es que Stalin fue uno de los vencedores de la guerra y Hitler mató a muchos millones de personas, me respondían. Pero también Stalin, les contestaba yo. ¿Por qué no cuentan los millones de muertos de Stalin?, insistía. Y ahí se quedaban sin respuesta. O si acaso me decían que la razón podía ser que Hitler había invadido Francia, y Stalin, no.
-¿Han perdonado a esos intelectuales que se dejaron engañar y engañaron a Occidente sobre lo que estaba pasando en la URSS?
-No sé si la palabra es perdonar. No somos jueces. Pero sí le aseguro que nos desilusionamos mucho ante su actitud. Creo que habrían contribuido en mayor medida a mejorar la cultura de la Humanidad si hubiesen visto y denunciado cuanto allí ocurría. Pero esa ceguera también se dio con nuestros propios intelectuales. Pasternak fue inicialmente un gran seguidor de Stalin.
Desaparecidos
-Stalin falsificó la historia, alterando incluso documentos gráficos. ¿Será posible restablecer por completo la verdad de los hechos?
-Creo que ya no será posible en su plenitud, de la misma manera que no se pueden recuperar las civilizaciones desaparecidas en todos sus aspectos. Sólo recuperaremos cosas de forma fragmentaria, porque no podemos ni imaginar cuántos escritores y cuántas obras han desaparecido. Bulgákov decía que los manuscritos no arden, pero vaya si lo hacen. Sólo se ha rescatado una parte muy pequeña de textos que en su momento fueron prohibidos. Por eso creo que debe hacerse todo lo posible para restaurar la memoria histórica.
-A Bábel lo fusilaron, como a Pilniak; a Mandelstam lo enviaron a un infierno, donde murió. Dostoievski sufrió un falso fusilamiento y fue desterrado. ¿Ha habido alguna vez una literatura rusa en libertad?
-No, porque no ha habido una sociedad libre. Dicho eso, tengo que añadir que el de libertad es un concepto relativo. Tampoco en Europa o en Estados Unidos la gente se siente totalmente libre. Pero sí le puedo asegurar que la literatura rusa ha luchado por serlo.
-En su libro dice que la sociedad rusa está hastiada después de vivir un siglo de experimentos políticos y sociales. ¿Explica eso su silencio en determinados momentos, como el hastío y la culpa explicaron un cierto silencio en la Alemania de finales de los cuarenta?
-No me parece un paralelismo justo. Estamos hablando de desarrollos históricos distintos. Sería injusto comparar las formas de censura de hoy en Rusia con la represión estalinista. Y tampoco se puede decir exactamente que la sociedad calla. Si estamos hablando del presente, de la Rusia de hoy, podemos decir que si la oposición a Putin no es fuerte es porque la sociedad no ha crecido lo suficiente.