Apuros en directo
Nunca debe creerse uno que lo ha visto todo. Y menos, en televisión. La última gran sorpresa ante la pantalla me la llevé días pasados viendo el programa Se llama copla. Una señora entrada en años se presentó como aspirante a esta atalaya a la que se asoman jóvenes promesas de la canción. Fue presentada con los honores de rigor, con vídeo incluido de sus vivencias domésticas y con declaraciones de familiares y amigos sobre las ilusiones que tenían puestas en la susodicha señora.
Actualizado: GuardarPuesta en suerte por Eva González en el escenario, cuál no sería la sorpresa de todos los televidentes al ver cómo Aurora Barona, tras declamar el primer párrafo, no supo continuar. Tras pedir disculpas, lo intentó dos veces más sin suerte. ¿Qué apuro! Se quedó
en blanco. La alarma cundió entre el resto de cantantes, que no daban crédito a lo que estaban presenciando. Unos se llevaban las manos a la cabeza, otras se tapaban la cara, otros miraban hacia arriba como buscando ayuda divina. Entre todos escenificaron un bonito gesto de solidaridad. Incluso su rival más directa intentó ayudarla colocándose a su lado y recordándole esa letra que se había ido al limbo de las esperanzas. Ver a algún cantante dudar un instante es algo más habitual en televisión, pero a raíz del lapsus el damnificado suele salir airoso completando una buena actuación. Sin embargo, lo que se pudo ver el otro día en Canal Sur es muy extraño. Nunca el directo fue tan cruel con alguien. La televisión tiene estas cosas. A unas personas las traiciona y no las deja hablar, y a otras, que estarían mejor calladas, les permite hacerlo multitud de veces y en varios foros.
Es el caso de Rosario Mohedano, que ha pasado por varios programas de la cadena autonómica. Dios no la ha llamado por el camino de la dialéctica, pero, tras intervenir en el programa vespertino de María del Monte en sketches en los que interpretaba determinados papeles de dudosa gracia, ahora es jurado del programa Se llama copla. Sus comentarios son dignos de pasar a la antología del disparate. Un día, al gesticular le propinó un golpe a la persona que estaba a su lado y le pidió disculpas por haberle dado un manotón.