GANCHO. Un americano trata de localizar al enemigo. / AP
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El pánico en Bagdad se llama Juba

Un francotirador, quizá varios que utilizan el mismo nombre como si de una franquicia se tratara, mantiene aterrorizadas a las tropas de EE UU en la capital iraquí

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La leyenda de Juba nació en 2006. El Ejército estadounidense localizó en un barrio de Bagdad una furgoneta con lunas oscuras cuyo interior estaba totalmente cubierto con colchones que lo insonorizaban y donde alguien había abandonado un rifle de francotirador dotado de una videocámara. Allí estaba la respuesta a una pregunta que llevaba más de un año sin poder ser contestada por las fuerzas de ocupación: ¿de dónde salían las grabaciones de ataques de francotiradores a militares norteamericanos que inundaban las páginas árabes de Internet y que incluso ya dominaban el hit parade de YouTube?

La noticia fue inicialmente ocultada por el Pentágono. Las ya de por sí desmoralizadas tropas por una guerra que debía ser relámpago pero que ha enquistado al mayor Ejército del mundo en las arenas de Irak no podían ver cómo su opinión pública conocía el pánico que provocaba Juba en ellas, patos de feria en una galería de tiro al blanco, y en los miles de mercenarios contratados por la Casa Blanca que cada día juegan a la ruleta rusa por las calles de la capital. Oficialmente sólo se le reconocen una treintena de víctimas, pero el mercado negro de la información habla de más de un centenar.

Pero... ¿quién es Juba? O, tal vez, ¿cuántos responden al nombre de Juba (danza africana)? Es probablemente un nombre genérico, una franquicia usada por los francotiradores iraquíes que graban en vídeo sus logros, las bajas que causan a los soldados de barras y estrellas. Sin embargo, la idea de un sniper único alimenta la leyenda de que sólo realiza un disparo y huye tras dejar una nota, una firma, un recuerdo, en el lugar desde donde ha logrado tumbar a su blanco. Lo convierte en héroe y lo dota de un mayor apoyo popular.

Y en referente de una población que ha pasado de ver a los uniformados yanquis como protagonistas de la liberación del yugo de Sadam a máximo peligro para los civiles. La falta de selección con la que las tropas combaten a la insurgencia contrasta con la quirurgia de Juba, el vengador solitario. «Un disparo, un muerto (One shot, one dead). O aún mejor un herido y varios muertos al ser auxiliado». Triste, sí, pero la frase no es iraquí. La acuñaron los americanos en la guerra de Vietnam, donde el Estado Mayor recurrió a los francotiradores. «Un sólo individuo bien armado puede ser más eficaz que un comando de élite con todos los medios a su alcance», recogen los manuales bélicos modernos de West Point. Los americanos, una vez más, son víctimas de sus propias creaciones.

Manual americano

Incluso, en uno de sus vídeos, Juba alaba los datos aportados por un libro sobre francotiradores escrito por el mayor de la Infantería de Marina norteamericana John Plaster. La resistencia iraquí ha recurrido a ellos para diseñar su nueva estrategia contra la fuerza invasora. Su modus operandi es sencillo. Te metes en una casa, utilizas a sus moradores como escudos humanos con la seguridad de que nunca serás denunciado y desde allí matas a cualquier soldado estadounidense desprevenido que pasa por la calle. Gustan especialmente los mandos de las patrullas y los cañoneros de los blindados, con sus testas y hombros al descubierto.

A menos de doscientos metros no puedes fallar el tiro. Apuntas al pecho, la columna, los genitales, las piernas... Las protecciones, la armadura que resguarda la vida de los uniformados, hacen que los puntos vulnerables de un soldado de infantería sean los mismos que los de un caballero de armadura en la Edad Media: axilas, ingles, piernas y sobre todo, la cabeza. Se toma su tiempo, hasta acompasa el disparo a su respiración, siempre sin pensar en la vida del ser a quien ve a través de su mira telescópica. Un tiro. Es su manual de supervivencia. Disparar y correr. Nunca asumir riesgos.

El Vasilie Zaitsev iraquí, el cazador de los Urales que se elevó al nivel de mito en el sitio nazi a Stalingrado, ya tiene sucesor. La propaganda que lo convirtió en referente gracias a las imprentas del Partido Comunista de Stalin y Krutsev llega ahora en señal de vídeo. Juba, según algunas teorías, usa un rifle de fabricación israelí que permite grabar sus acciones. Otros hablan de una tecnología más casera para realizar las filmaciones: una videocámara unida con cinta adhesiva a su arma, un Tabuk de fabricación local basado en un Kalashnikov soviético de 7,62 milímetros. Una tercera teoría habla de un Dragonov ruso.

La misma técnica

La técnica, por contra, no ha evolucionado. El buen ojo para localizar un emplazamiento adecuado y una gran dosis de paciencia para esperar a la presa. Un disparo debe provocar tal pánico y caos que hasta puede quedar paralizado todo un escuadrón de tanques. Es cuestión de puntería para acertar en la cabeza de los artilleros que asoman por las escotillas de los M-1.

Nadie le conoce o tal vez les conocen. La barba parece su único signo de distinción. Fuentes americanas dicen que es turco, que perteneció a los cuerpos de élite de Sadam y que es acompañado por su hermano Akmel, encargado de plasmar sus logros para luego difundirlo y conductor avezado para huir de la zona cuanto antes. La propaganda iraquí no le puede retirar la nacionalidad persa y sostiene que es un hijo del pueblo que lucha para liberarlo a través de disparos de precisión tanasí y que puede elegir entre matar a sus reos o dejarlos eunucos. Los americanos creen que también podría ser sirio o checheno, de cualquier forma bajo la nómina de Al-Qaida.

Pero está claro que Juba es un tirador selecto, que causa pánico por la precisión que exhibe en todas las facetas de su labor. Su sigilo y su efectividad aterrorizan a niveles inimaginables. No dispara al azar. Elige su objetivo, lo estudia, calcula el intervalo de tiempo que separa los movimientos de su blanco, elude los obstáculos que separan a su mira telescópica de la víctima, evita alcanzar a civiles que se interpongan en la línea de tiro y, sobre todo, sólo busca bajas norteamericanas, soldados o mercenarios. «Oirás un chasquido metálico, y verás a un yanqui caer desplomado», dice, naturalmente en árabe, la propaganda que difunden los fundamentalistas en la Red. Juba ya no estará allí. Habrá cambiado de posición. Quedará un casquillo y una nota.