Jerez

Spes Nostra

OPINIÓN Y otra vez la Esperanza, como epicentro devocional de un barrio que sin Ella no conocería como ahora conoce la dicha de pasar los días junto a los muros de su ermita. No sé qué pasa los días como el de hoy, pero sin duda amanecen distintos y atardecen distintos, porque distintas son las cosas que recrean en la espera de la Virgen.

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Esta tarde, la Esperanza saldrá de nuevo de su capilla y tomará dirección a aquel Oratorio donde tantos niños fueron haciéndose hombres al aire de esta ciudad, donde tantos y tantos padres dieron gracias a Dios alguna vez, por la oportunidad maravillosa de ver a los suyos escolarizados bajo el amparo de don Juan Torres Silva, y de tantos otros anónimos santos del siglo XX.

Dicen por la hermandad que el lema de esta peregrinación es María, Esperanza de los niños, y estoy de acuerdo con el mismo, no sólo por lo que de especial tiene la Virgen para los «capitanes de la risa y las travesuras», sino por lo que de niños llevamos dentro todos los que somos de la Esperanza, por encima de todas las cosas.

¿Quién no se hizo niño alguna vez soñando madrugás de verdores y pasopalios? ¿Quién no suspiró como un niño, en la nerviosa impaciencia de volver al regazo de la Virgen en sus días de visita, o en la espera de su Noche Santa? Es lo que tiene la Esperanza, serena en su llanto silencioso, inmensa en sus perfiles de Reina en la Plazuela.

Hoy es un día especial, como especiales serán desde hoy los días que la Virgen vivirá en aquel colegio tan lleno de recuerdos y de vida. Aquel colegio donde muchos aprendieron el Rosario, donde tantos dieron forma a esa fe sencilla que vive cerca de la Yedra, donde todos tendrán desde esta misma tarde, la meta bendita de unos ojos de miel y de canela, que encierran el refugio venturoso de la eterna Esperanza.