Objetos de lujo en la Roma imperial La diosa fenicia que vino del mar La mujer diosa de la fertilidad Los niños jugaban con guerreros El sexo masculino como símbolo de vigor
Actualizado: Guardaros objetos de uso doméstico de vidrio eran de lujo y coste relativamente alto hasta comienzos del siglo I d. C. Desde la época de Tiberio los precios bajaron obstentosamente debido a la implantación de fábricas de vidrio soplado. En la elección del vidrio como material para la vajilla influyeron varios factores: uno de ellos la transparencia, así la copa permitía ver las distintas calidades del vino, como leemos en los Epigramas de Marcial. Otro factor influyente fue la facilidad de limpieza de su superficie lisa y brillante, frente a la rugosidad y aspereza de la cerámica y al sabor que dejaban algunos metales. El vidrio fue considerado un material muy apto para conservar alimentos, no dejaba huellas de sabores previos y mantenía prácticamente inalteradas las propiedades de sus alimentos. En el museo pueden verse algunas de las jarritas y embudos que se hallaron en la necrópolis romana de Cádiz. Las jarras estaban hechas a medida y por encargo. En la antigua Cádiz, los fenicios establecieron dos templos: uno dedicado a Melhart, en el extremo meridional de la isla mayor, que se convirtió después en el santuario de Hércules, y otro en la punta occidental de la isla menor, junto a la colonia primitiva, que se consagró a Astarté, identificada con la Isis de los egipcios, la Afrodita griega y la Venus romana. En las aguas inmediatas a la Punta de la Nao de Cádiz, frente al lugar en el que se encontraba el templo de Venus Marina y su antro oracular, se han encontrado muchas terracotas que corresponden a imágenes utilizadas en estas procesiones. Las cabezas de Osiris y Seth son de estilo egiptizante, pero el modelo utilizado para representar a Isis, del que se conocen dos ejemplares, es de arte griego arcaico y muestra a la diosa con el pelo húmedo y desordenado en rizos que caen sobre los hombros, tal y como la describe Apuleyo. Se trataba de piezas articuladas y las cabezas de terracota se colocaban encima. Su pequeño formato, como el de otras terracotas similares, la hace susceptible de un empleo diverso. Esencialmente se destinaban a presidir laraios domésticos, también recintos sacros en calidad de exvotos o incluso formando parte del ritual funerario como elemento de ofrenda. Precisamente ese fue el destino de esta figurita, arrojada a la tumba de algún personaje, probablemente femenino, de la ciudad romana de Munigua, floreciente urbe dedicada a la minería, localizada en Villanueva del Río y Minas, cerca del Guadalquivir. El tipo iconográfico de madre y niño lactante, como Nutrix (mujer que cría) está presente en todas las civilizaciones antiguas del Mediterráneo, y se ha relacionado con la divinidad, como ocurre en el mundo egipcio, donde se representa con frecuencia a la diosa Isis amamantando a su hijo Horus, en el griego, y posteriormente romano, simbolizando la maternidad como poder generador universal. La representación de escenas, elementos y personajes relacionados con los juegos de anfiteatro son comunes y bien conocidos en todo el imperio romano. La popularidad de las luchas de gladiadores generó múltiples en diversidad de soportes. En ellas podemos apreciar con cierto detalle los cascos con cimera y las corazas que los protegían y sus armas, espadas y escudos. Este tipo de figuras se ha interpretado generalmente como juguetes propios tanto de niños como de niñas. Las adversidades, los males, las enfermedades, siempre han angustiado al ser humano, que incesantemente ha buscado el apoyo de recursos sobrenaturales para evitarlos o sobreponerse a los mismos. En época romana el uso de los amuletos estuvo ampliamente extendido, en especial entre las mujeres y particularmente entre los niños, más vulnerables a los males y las enfermedades. Uno de los motivos más usuales entre los amuletos son los relacionados con los atributos sexuales masculinos. El falo era símbolo en muchas culturas de la fertilidad, el vigor, la fortaleza, la esencia vital, etc... En este contexto, constituía una protección eficaz contra el fascium, el mal latente que acechaba a los seres humanos y que determinadas personas podían canalizar y activar por distintos medios. La representación del falo aparece asociada frecuentemente a la higa o figa, un puño cerrado con el pulgar asomando entre los dedos corazón y anular, alegoría simbólica de los atributos sexuales masculinos. En ocasiones se representan todos los órganos, bien aislados, en una plaquita de hueso o nuevamente asociados.