De divina inspiración cartaginesa El oro, la coquetería y el poder Dime con qué te adornas y te diré quién eres El hueso convertido en joyería Artesanía en los talleres de Cádiz
Actualizado:equeña escultura de bulto redondo realizada en terracota que representa un personaje femenino sentado en un trono de respaldo bajo, vestido con la larga túnica lisa que le cae hasta los pies, los cuales se encuentran apoyados en un amplio catafalco. La cabeza aparece tocada por un polos del que pende un manto o velo que cae hacia los lados. Presenta una factura tosca, de relieves poco definidos. Este tipo de terracotas, ligeras y fáciles de transportar fueron objeto, a partir del s IV a. C de un intenso comercio por todo el Mediterráneo, y pueden encontrarse en yacimientos griegos, ibéricos y púnicos. La identificación de la figurilla con la principal divinidad femenina del panteón fenicio-cartaginés se produce por dos elementos propios de ésta: el trono y el polos o kalatos, tiara alta y cilíndrica utilizada a menudo. La orfebrería fenicia gaditana es un tema de enorme complejidad no sólo por la cantidad de hallazgos que se han sucedido en el último siglo y medio, sino también por la dificultad que plantea el conocimiento del contexto arqueológico de muchas piezas debido a la ausencia de datos sobre su recuperación, especialmente las que proceden de las primeras excavaciones de la ciudad. Tradicionalmente, la joyería se ha asociado a la indumentaria y a los ajuares funerarios femeninos, pero en el mundo fenicio pude haber lugar a equívocos, ya que los adornos de oro, bien en forma de pendientes, medallones, escarabeos, etc... son patrimonio tanto de hombres como de mujeres. Es más, sabemos de la costumbre masculina y femenina de colocarse aros de oro en la nariz, así como el uso de pendientes por ambos sexos, circunstancias conocidas por diferentes terracotas. El uso de las joyas en el mundo antiguo estaba muy extendido y concretamente de su popularidad entre las damas romanas, hay constancia a través de los textos, pinturas, esculturas, además de los propios hallazgos arqueológicos. Los ornamentos femeninos eran variadísimos. Además de las sortijas, diferentes de las de los hombres y de las mujeres, por estar finamente trabajadas, las mujeres llevaban diademas, cintas con oro y piedras preciosas para el cabello, pendientes, brazaletes, pulseras para los tobillos, broches y hebillas. Para la manufactura de joyas se usaban diversos materiales: oro, plata, bronce, cobre, piedras preciosas y semipreciosas, esmaltes, etc... Los artesanos eran verdaderos artistas que, a veces, firmaban sus obras y se esmeraban en realizar formas nada sencillas, con filigranas y otros elementos. En el Museo podemos encontrar una amplia representación de todos estos elementos, así como las reseñas específicas que explican su uso y procedencia social. El hueso era como el plástico en el mundo antiguo y era usado para hacer muchos objetos de la vida cotidiana. Agujas, brazaletes, mangos de cuchillos, fichas, dados, peines y objetos usados para cosmética femenina. Los huesos de los animales recién cortados por el carnicero eran trabajados cuidadosamente y, a veces, artísticamente. Algunos huesos, por su forma, eran usados para objetos concretos, como las zonas planas de los hombros de las ovejas para las fichas de los tableros de los juegos de mesa. Para objetos más lujosos y de mayor calidad se usaba el marfil, siendo muy común en época romana el procedente de los incisivos de las morsas. Además de cajitas de hueso como la de la imagen, también se hacían agujas para el pelo. En la época republicana, el peinado femenino se caracterizaba por su austeridad, consistía en una raya en medio y el cabello recogido en un moño. Pero esta austeridad se olvida durante el Imperio, durante el que los peinados se van haciendo cada vez más sofisticados. Un ejemplo de cómo arreglar el cabello lo vemos en Ovidio, quien se permite dar consejos de peluquería y estética. Se trata de la representación de una serie de bustos femeninos, al parecer modelados a mano y fabricados en algún taller gaditano. Todos tienen en común el acusado frontalismo y el hieratismo en la expresión. Comparten el mismo tocado: una diadema en forma de creciente, que deja entrever los mechones recogidos sobre la frente y otros que caen sobre los hombros. Hay quien considera que todas estas figuras responden a un único patrón iconográfico, relacionado con la diosa púnica Astarté, y que las variaciones responden a las posibles exigencias de la clientela. Más allá de los elementos comunes, los atributos y gestos que varían podrían referirse bien a distintas advocaciones a la misma diosa.