Lucha sin cuartel contra ETA
A unque faltan tres meses aún para las elecciones generales, esta legislatura ha anticipado su fallecimiento. No se redactará oficialmente el parte de defunción hasta que se disuelvan las Cortes, pero a partir del consejo de ministros de ayer, y del funeral de Estado por el segundo guardia civil víctima de ETA, la legislatura ofrece en la pantalla política un encefalograma plano. A partir de ahora, y aunque proliferen los discursos sobre grandes proyectos nacionales, todo será electoralismo, dicho sea sin menosprecio a los políticos, aunque sin aprecio especial a la mayoría de ellos.
Actualizado: GuardarDos funerales de Estado en la misma semana, presididos por los Reyes de España y los príncipes de Asturias, reflejan el dolor que el último atentado mortal de ETA ha causado en la sociedad española y en el organigrama institucional del país. Pero la banda terrorista ha cometido el error de convertirse en el enemigo a batir desde todas las aspilleras defensivas del Estado, coordinadas y dispuestas a disparar contra los terroristas el fuego de la ley, de la colaboración internacional, de la eficacia policial francoespañola y, cuando el sentido común vaya recuperando en la clase política el inmenso lugar que ahora ocupa el partidismo, la unidad democrática.
No había ocurrido nunca. El consejo de ministros de los viernes se adelantó ayer unas horas para que todos sus miembros pudieran asistir al funeral por el alma del guardia civil Fernando Trapero, celebrado en el cuartel de la Benemérita en Valdemoro (Madrid). Y al terminar el consejo, la vicepresidenta primera declaró en nombre del Gobierno la guerra total a ETA, guerra de aniquilamiento. Y si a la sociedad española, y a su derecha especialmente, debió confortarles la solemne y firmísima actitud de María Teresa de La Vega, en las madrigueras de ETA debieron sonar esas palabras como el preludio de un hostigamiento insoportable contra todos los frentes abiertos por la banda, incluido el político, cuyos lacitos con la legalidad parecen a punto de romperse.
Se ha alineado el Gobierno de Zapatero en la estrategia antiterrorista más implacable de algunos gobiernos anteriores, como refleja la declaración de la vicepresidenta sobre «un combate sin tregua, un combate sin descanso, un combate librado con las legítimas armas de la ley, de la Justicia y de la razón democrática». Un combate de «demócratas contra terroristas» que sólo tiene un desenlace posible: «acabar definitivamente con el terrorismo y poner a los terroristas en prisión, el único lugar en que tienen cabida en nuestra democracia». Nada más concluir el funeral por Fernando Trapero, en Vizcaya era detenido el etarra Gorka Jupiañez, relacionado con el comando Vizcaya y huido desde hace meses. Iba el hombre tranquilamente con su revólver y sus documentaciones falsas cuando los «rurales» de la Guardia Civil le dieron el alto en un control y lo retiraron al cuartelillo, de momento. La legislatura está agotada, como la estrategia abierta al diálogo con la banda.