Demasiado jóvenes para el diablo
LA GLORIETA Llevamos varios días de dolorosa resaca informativa desde que un par de jóvenes guardias civiles fueron tiroteados en territorio francés por un comando de la ETA. A estas alturas de la película ya se tiene a dos de los presuntos asesinos a buen recaudo, y sabemos que la Fiscalía gala está dispuesta a pedir cadena perpetua. ¿Será por esto que los puñeteros etarras apenas han atentado en suelo francés y en cambio ni les tiembla el pulso para invocar la tragedia al sur de los Pirineos? Seamos claros, los miembros de ETA, por mucha carga ideológica que tengan metida en vena, son humanos -aunque cueste tanto creerlo- y como tales, no afrontan los riesgos de su sangrienta y miserable labor, de la misma manera que aquel que sabe que ésa puede ser su última vez.
Actualizado: GuardarPero como titulo hoy mi columna de opinión no es la necesaria, a mi juicio, reforma del Código Penal sobre lo que me gustaría preguntarle al señor ministro del Interior y cabeza de lista en las próximas elecciones por Cádiz; sino qué narices hacían dos jovencitos casi recién salidos de la academia de la Guardia Civil metidos en un grupo especial de vigilancia de terroristas, que desde mi modesto entender requiere no sólo de experiencia para hacer bien el trabajo, sino también para ponérselo muy difícil a tu enemigo cuando éste sale de caza. Si las informaciones oficiales están en lo cierto y los dos agentes coincidieron con los etarras en una cafetería, les oyeron hablar y los identificaron como guardias civiles, algo de novato hay detrás. Una bomba lapa activada con control remoto o un disparo por la espalda no se puede esquivar, pero todos los veteranos de la Benemérita que conozco obvian, con sorprendente naturalidad, su profesión cuando visten de paisano y se rodean de extraños.