Contención económica
El Banco Central Europeo se ciñó ayer a lo esperado y mantuvo los tipos de interés en el 4%, una contención obligada por las consecuencias de la crisis financiera desatada en agosto en Estados Unidos y que ha forzado a los responsables monetarios de la UE a suavizar su estricto control de la inflación. Jean-Claude Trichet justificó el mantenimiento del precio del dinero por las incertidumbres a las que siguen sometidas las economías mundiales por las restricciones en la liquidez crediticia, pero también volvió a advertir de que la institución que preside hará "todo lo necesario" para frenar los riesgos inflacionistas. La resistencia de Trichet a abandonar el objetivo de un ajuste riguroso de los precios, que se dispararon en noviembre hasta el 3% en la eurozona, viene topándose, sin embargo, con las exigencias de una nueva situación económica en la que el crecimiento se está ralentizando. El BCE ha renunciado momentáneamente a proseguir con las subidas en los tipos, a fin de no añadir dificultades al actual escenario y evitar, con ello, una desaceleración aún más brusca. Pero aun cuando Trichet insista en la ortodoxia frente a la inflación, es más que probable que el dilema al que se enfrenta el BCE acabe resuelto con una estabilización definitiva de los tipos o incluso con un recorte en primavera, como acaba de vaticinar el BBVA. Una alternativa que parece razonable cuando los analistas anticipan una reducción de la inflación a medio y largo plazo. Y cuando el principal obstáculo en estos momentos para la adecuada evolución de la economía europea no es tanto el incremento de los precios, como el encarecimiento de las exportaciones por la fuerte apreciación del euro frente al dólar.
Actualizado:La decisión del Banco Central constituye, sin duda, un respiro para las familias españolas que están pagando una hipoteca. Pero aun resultando impopular, la contención de los tipos en torno a sus actuales niveles constituye una medida ajustada a las necesidades de una economía dependiente aún en exceso del mercado inmobiliario. Así lo constató ayer la OCDE, que ha rebajado en más de un punto sus previsiones sobre el crecimiento de nuestra economía, limitándolo al 2,5%, por efecto del retraimiento del consumo y del sector de la construcción. Ese dato pesimista coincide con los difundidos por otros organismos internacionales, pero se ve en parte compensado en el informe por la confianza en la fortaleza del mercado laboral español, en el superávit público y en el mejor comportamiento del mercado exterior. Todo apunta a que la etapa de fuerte bonanza toca su fin. Pero aún existe margen para que el Gobierno pueda encauzar el aterrizaje de la economía con una política anticíclica, aprovechando la reducción de la deuda a un histórico 30% y el excedente en las arcas del Estado para mantener las inversiones -especialmente en obra pública- e incentivar la actividad generadora de riqueza.