«No sabían adónde iban»
«A ver si van a ser los españoles de la ETA». El taxista Thierry Bruel regresó el miércoles a casa con la mosca en la oreja. Su esposa apenas tuvo tiempo de responder a su comentario medio en broma cuando sonó el teléfono. Era la policía que le llamaba para que contara su última carrera con aquellos clientes que le habían mosqueado. «Y pensar que estaban armados. ¿Cuál habría sido su reacción si nos lllegamos a encontrar con los gendarmes?», cavilaba ayer en las páginas del diario regional 'Midi Libre'. El titular de Taxis Bruel había recibido a las diez y media de la mañana una llamada del Hôtel du Commerce. Tenía que llevar a una pareja de turistas desde Mende a Habitarelle. «Sin decir palabra, se sentaron detrás, con su maleta en la mano», recuerda.
Actualizado: GuardarDurante la media hora de trayecto sólo oyó murmullos de aquellos clientes tan extraños, «sobre todo la mujer, que parecía que se había cortado torpemente el pelo con tijeras». Al llegar a destino, les preguntó donde querían bajar.
En un talud
«Tras observar el lugar me dijeron que les dejara en la parada del autobús», explica. Se metieron en el café del Hôtel de la Poste. «Ella era más bien amable, mientras que el hombre no soltó palabra... Tenía la pinta del oficio», señala en el mismo diario la dueña del establecimiento, Anne-Marie Laurens. La pareja, que permaneció media hora en el local, tomó un café y un chocolate. «Hablaban sobre todo entre ellos.
Unicamente la dama, bastante joven, delgada y muy atenta, preguntó como podían ir a Puy-en-Velay», apunta. Al poco de salir al exterior eran detenidos. La pista definitiva de los etarras se había producido justo 24 horas antes. Una agricultora que circulaba con su coche cerca de Blan (Tarn) se topó con una pareja que había caído con un Renault Clio a un talud. La chica le pidió que les llevara hasta Revel, a 14 kilómetros.
«Durante el trayecto no dijeron casi nada. Cuando la joven bajó del coche, sólo indicó que quería telefonear a su abuela», recuerda. Al regresar a casa la aldeana llamó al ayuntamiento para denunciar el incidente. «Sintió que había algo anormal». Fue el principio del fin para Asier Bengoa y Saioa Sánchez.