Compromiso educativo
Los resultados del Informe PISA 2006, que refleja la evaluación internacional de alumnos de 15 años en los 30 países de la OCDE y 27 asociados, confirma las dificultades de España para igualarse a los mejores promedios en capacitación científica y matemática, además de un preocupante desfase de más de 20 puntos en un aspecto esencial como la comprensión lectora. Los resultados del macroestudio, así como los que han ofrecido otros análisis sobre el rendimiento de nuestro sistema de enseñanza, obligan a las administraciones concernidas y al conjunto de la comunidad educativa a actuar sin demora y diligentemente para reforzar los baremos de calidad. Un objetivo que no puede eludirse escudándose en el innegable esfuerzo realizado en las últimas décadas, pero que tampoco debe justificarse con argumentos demagógicos, la imputación partidista de responsabilidades o una contraproducente competencia interregional. Especialmente cuando el incumplimiento de las expectativas ha de ser asumido como un problema de alcance colectivo.
Actualizado: GuardarEl menor valor que conceden las nuevas generaciones al esfuerzo personal constituye un déficit en el proceso formativo que no se solucionará con su mero enunciado como mandato moral, sino que obliga a promover estrategias educativas que propicien un mayor compromiso por parte del alumno. De hecho, las decepcionantes cifras registradas en comprensión lectora inciden en la necesidad de un mayor empeño individual, pero también en la aplicación de métodos eficaces desde las edades más tempranas. Este desafío ha de implicar de manera singular al profesorado, cuya rigurosa formación, unida a la aplicación de una didáctica eficiente en cada centro académico, constituye una de las claves del éxito en los países que cosechan mejores promedios educativos. El reto de la equiparación requeriría tanto de una dotación apropiada de las plantillas, como del restablecimiento del aprecio social hacia los docentes. Pero nada de ello sería posible en último término sin la implicación directa de las familias en el proceso de aprendizaje, una corresponsabilidad insoslayable a fin de asegurar el óptimo rendimiento del alumno. Este triple compromiso de estudiantes, profesores y padres ha de constituir la imprescindible garantía para la mejora del sistema, que debe hallar luego en el entramado legislativo y los presupuestos públicos las herramientas para poder perfeccionarse.