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Barceló regresa a sus orígenes a la sombra de Picasso
Abre taller en el Casón del Buen Retiro para modelar un mural de arcilla
Actualizado: GuardarMiquel Barceló busca lo esencial. Su obra se despoja cada vez más de lo superfluo en concepto y materia. Aspira a trabajar con lo más primigenio, de ahí que la arcilla, «la tierra misma», sea el material preferido del cada vez más universal artista mallorquín. «Si persigues lo esencial, el tamaño de la obra es irrelevante» asegura un cotizado e internacional Barceló que con barro modeló su gigantesca obra para la capilla del Santísimo en la catedral de Palma. Con la misma «ancestral» arcilla rinde ahora pleitesía «a Picasso y al fantasma del Guernica» abriendo taller apenas unas horas en el Casón del Buen Retiro.
Barceló (Felanitx, 1957) regresa al Prado, al Salón de Baile Casón del Buen Retiro que albergó al Guernica de Picasso, para ofrecer con público y en dos únicas sesiones una performance. Se titula Paso Doble, una suerte de «sesión de taller con público» para modelar un mural de arcilla junto al coreógrafo y bailarín francés Josef Nadj, el alfarero mallorquín Pere Coll y el músico galo Alain Mahé.
Se concibió como una producción para el Festival de Teatro de Aviñón en 2006 y desde entonces Barceló y Nadj lo ha repetido una treintena de veces. «Es como hacer footing, un ejercicio que me mantiene en forma artística y en el que nunca nos repetimos», anticipa Barceló bajo el impresionante techo pintado por Luca Giordano recién restaurado y ante la pared donde colgó el Guernica protegido por una horrísona urna blindada. Ante esa pared se han dispuesto dos enormes planos con cientos de kilos de arcilla roja de Aviñón sobre las que ¿bailan? el coreógrafo y el artista.
«Lo que hacemos no es en puridad un baile. Es una recreación de gestos y procesos creativos sobre los que se articula una coreografía que implica todo el cuerpo: codos, rodillas, puños, manos, hombros, torsos y cabezas que dejan su huella en la arcilla» explica Barceló. El escenario es ese mural de arcilla en dos planos, uno sobre el suelo, y otro casi vertical sobre los que Barceló y Nadj se mueven, golpean, amasan el barro y depositan, malean y deforman -incluso a cabezazos- las vasijas que el alfarero y paisano del pintor Pere Coll crea para cada ocasión.
Efímero
«Al final pieza se destruye. Su carácter efímero da sentido a la acción», explica un Barceló , que explora la improvisación como un fecundo camino creativo. «Me gustan los accidentes y el caos, que son muy creativos, lo que no quiere decir que no haya reflexión, que es necesaria, pero que llega a menudo después de la acción» asegura. «La arcilla es como una pizarra en la que haces dibujos y los borras, un juego permanente de construcción-destrucción». «La obra en este caso, como en los toros, es lo que está pasando y no lo que queda. Si no lo destruyéramos se convertiría en un fetiche», resume.
Barceló solicitó expresamente trabajar en este emblemático salón «junto a fantasma del Guernica, y bajo el fantástico fresco de Luca Giordano, todo un diccionario mitológico y gran obra de uno de mis pintores favoritos». Lo dice Barceló mientras muestra las herramientas de alfarero que ha copiado a escala gigantesca: espátulas y paletas y bastoncillos mayores que un bate de béisbol. «Lo que hacemos tiene algo de picassiano» advierte el pintor que reconoce que «El Prado está dando buenos pasos para dar cabida al arte del siglo XXI». «El arte es contemporáneo por definición y establecer fronteras cronológicas es un error» asegura.
«La arcilla es el material más ancestral del planeta, el más antiguo, pero puede que al tiempo sea el más moderno» explica Barceló que ha hecho del barro un verdadero talismán. Es parte de su permanente búsqueda de lo esencial «de ese viaje hacia lo originario, hacia lo realmente sustancial, que es lo que más me interesa». «Si vas hacia la esencia, el tamaño de la obra deja de ser importante. Es irrelevante» insiste Barceló.