Putin, el nacionalista
Tal y como se había pronosticado universalmente, Rusia Unida, el partido que encuadra el verdadero movimiento social y nacional que inspira el presidente Putin, ganó las elecciones legislativas en la Federación Rusa con una ventaja descomunal sobre sus adversarios: 64,1 por ciento contra un 11,6 para el PC y un 8,2 para el Partido Liberal Democrático. La mayoría absoluta preludia también el cantado triunfo del candidato del partido en las presidenciales de marzo sobre las que, en cambio, queda un sugestivo misterio por desvelar: quién será el aspirante, es decir, a quien ungirá Putin como su sucesor al frente del Estado.
Actualizado: GuardarEstado y gobierno se confunden hoy en Rusia, algo frecuente en un país de tradición autoritaria donde culturalmente se entendería mal que el presidente no ejerciera el poder. El paréntesis comunista dispuso las cosas de otro modo: el partido, su secretario general, era el motor político, el jefe del Estado era más decorativo (aunque siempre estaba el buró político del PCUS) y el primer ministro, como ahora, tenía un corte técnico y subalterno. Así pues, si hay algún espejo en el que mirarse, ese debe ser el de los grandes zares reformistas, el de la revolución desde arriba, una versión eslava del despotismo ilustrado. El encuadramiento de la población para sostener el proyecto autoritario-reformador se nutre, como entonces, de una dosis de nacionalismo que se presenta a menudo como patriotismo. Eso explica algo de lo sucedido: Putin no vaciló en denunciar poco antes del domingo lo que él entendió como «deslegitimación de las elecciones» por medios norteamericanos, explícitos o encubiertos. El ex funcionario de inteligencia al servicio del interés nacional se fundía así con el hábil tañedor de la fibra nacionalista: el desafío del resurgimiento ruso a la hegemonía norteamericana ha sido ampliado y activado y funciona a pleno rendimiento. Es evidente que el fuerte crecimiento económico y el desarrollo impresionante del comercio con el programa de infraestructuras en marcha contribuyen también al éxito sin parangón de Rusia Unida, es decir de Putin. Pero es su condición de emblema personal del cambio y el nuevo acento ruso en el escenario mundial, un cierto orgullo recuperado en una atmósfera de orden, lo que lo explica del todo.