Una buena tarde
Cuando la maquinaria industrial del flamenco confunde más que nunca los conceptos: Ojos de Brujo ha conseguido el Grammy Latino al mejor álbum y el último artista que ha llegado a escena, con más campaña de marketing que calidad interpretativa, se le propone como el Rey del Cante en una publicación de tirada nacional hay momentos que merece la pena destacar. Casi siempre se dan en la intimidad, como si la verdadera expresión de los aficionados al flamenco huyera de los grandes espacios o de la publicidad mediática. Ocurrió el pasado sábado en Trebujena. Hasta allí nos desplazamos un grupo de amantes del flamenco con el fin de compartir vivencias y experiencias del hecho jondo. Los amigos de la peña flamenca La Trilla de la bella población gaditana nos acogieron en el Mosto de El Kiki donde la conversación fluyó en torno a los ricos caldos y a un salpicón de cardillos que preparó con entusiasmo Pepe Ceballos.
Actualizado:La tarde fue diluyéndose en la amena charla sobre el estado actual de nuestro arte y todos coincidimos, a veces con cierta impotencia, cómo la expresión íntima del andaluz languidece frente a la opulencia de un pseudo flamenco mucho más pendiente a la comercialidad o a la búsqueda de votos que a la verdadera conservación de sus esencias.
La sorpresa llegaría cuando el amigo Huete nos invitó al cortijo Alventos casi en la desembocadura del Río Guadalquivir que cansado de su discurrir busca la cercana Sanlúcar donde descansar. Allí, a la luz de la chimenea vimos caer una puesta de sol indescriptible. No es extraño que el cineasta Spielberg escogiera este ocaso para una de sus películas por no haber encontrado otro tan intenso en todo el mundo.
Así llegó la noche, inmersos en una cálida tertulia flamenca que nos hizo convencer de cuánta riqueza acumula un arte nacido, en buena parte, sobre la tierra marisma y la tierra albariza por aquellos hombres y mujeres andaluces que brindaban sus quejas al trabajo cotidiano. El cante flamenco es la banda sonora de nuestra vidas, el sonido que más identifica a una cultura, la nuestra, que lucha por sobrevivir en este siglo de las prisas globales que nos ha tocado vivir. Nunca una puesta de sol fue tan descriptiva de una reunión de cabales, quizás donde suele residir la verdad flamenca