EL COMENTARIO

ETA: brutalidad en la retaguardia

De nuevo el Estado ha pagado con sangre de sus servidores la lucha contra el terrorismo etarra y por el imperio de la ley. La muerte de un guardia civil y las gravísimas heridas infligidas a otro mientras ambos, desarmados, llevaban a cabo tareas de seguimiento e investigación en la retaguardia de ETA en Francia reavivan y agrandan ese viejo dolor que nos embarga crónicamente desde hace tantos años. De momento, el luto ha impuesto la sobriedad y el buen sentido; es de desear que nadie haga de estas nuevas víctimas armas arrojadizas contra el adversario político, pese a la inflamación preelectoral.

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Este brutal atentado a sangre fría, primero de consecuencias mortales tras la ruptura formal del alto el fuego, corrobora que las fuerzas de seguridad del Estado pisan los talones a ETA también en Francia, y ello, a pesar del dramático contratiempo, cierra el círculo de la gran acometida que la democracia depara a ETA. Porque la persecución policial del terrorismo coincide con la mayor acometida judicial de la historia.

En efecto, la sentencia inminente del caso Ekin, y el hecho de que ya hayan sido encarcelados para evitar la fuga la mayoría de los 38 condenados a duras condenas de los 52 que fueron procesados, constituyen la culminación de una ambiciosa causa judicial basada en una tesis en aquel momento novedosa pero que ha acabado confirmándose: según Baltasar Garzón, instructor de la causa, no existían, en realidad, una trama social y otra política en el entorno de ETA independientes del aparato terrorista: ETA era todo, o si se prefiere, los afiliados a aquellas asociaciones poseían una 'doble militancia'.

Este proceso, tan dilatado en el tiempo y que iba sin embargo avanzando amenazador incluso mientras estaba desarrollándose el llamado proceso de paz, constituye la culminación del gran movimiento defensivo del Estado contra la organización terrorista ETA en vía judicial. Culminación que ha adquirido todo su sentido después de que ETA, ciega y arrogante, desdeñara la ocasión que le brindó la mayoría política de conseguir un final relativamente honorable de su actividad terrorista, en el bien entendido de que el Estado no cedería un ápice en ninguna de sus posiciones esenciales.

La amenaza no era ignorada ni minusvalorada por el mundo de la izquierda abertzale involucrado en ese magma etarra. Es conocido que sectores de dicho ámbito pidieron a Arnaldo Otegui que exigiera en sus conversaciones con el socialista Jesús Eguiguren el sobreseimiento de la causa, e incluso que la vista, que se estaba celebrando en aquel momento, ni siquiera prosiguiese. Es obvio que, aunque las cosas hubieran discurrido de otro modo, la mayoría socialista no hubiera podido detener al aparato judicial en marcha, pero sí hubieran cambiado las circunstancias. Porque aunque la Justicia penal posea plena autonomía, es innegable que determinados delitos vinculados o conexos al terrorismo tienen diferente entidad según la organización criminal de que se trate esté en plena actividad delictiva, o se encuentre en fase de inacción o decida dejar de actuar y disolverse. Y también la aplicación discrecional de medidas de gracia por el poder ejecutivo adquiere diferentes tonalidades según las circunstancias.

Si somos capaces de abstraer para el análisis el malogrado proceso de paz de los chorros de demagogia que lo han impregnado, llegaremos a la conclusión de que, si la izquierda abertzale y su entorno hubieran caminado realmente hacia la paz, hubiese sido posible encarrilar las acciones judiciales de tal forma de que se hubieran ido vaciando en plazos razonables las cárceles de las personas de ese mundo que no hubieran debido responder de delitos graves. Cuando menos en términos políticos, no hay complicidad con organización terrorista si ésta desaparece.

No ha sido así puesto que ETA optó por quebrar la que con toda seguridad era su última oportunidad de concluir sus días por un medio políticamente menos doloroso que el sistemático desmantelamiento policial, que hoy es la única respuesta que merece el terrorismo. Le aguarda por lo tanto a ese mundo un camino de sangre, sudor y lágrimas, hasta la completa laminación de ETA, que todos los demócratas estamos esperando con avidez y hasta con franca ilusión. Con Otegui y buena parte de Batasuna en la cárcel y tras el macroproceso 18/98 que ahora concluye, se celebrarán en los próximos meses las vistas por el caso Gestoras, el caso Uldabiltza-Kursaal y el caso Batasuna . Este calvario judicial aguarda a los integrantes del gran magma etarra, mientras Interior lleva a cabo, además de la persecución ordinaria de la banda, una necesaria guerra especializada contra las tramas de financiación de ETA. La destrucción de la banda va pese a todo, a pesar del terrible drama, por buen camino.