EN CASA. Juan descansa en el sofá de su vivienda a la que ha vuelto tras recibir el pasado 26 de noviembre el alta en el Hospital de Jerez.
Jerez

«He vuelto a nacer. Ha sido un milagro»

Desde que hace casi cuatro años le detectaran cáncer, este jerezano no ha tirado en ningún momento la toalla a pesar de haber entrado en el quirófano más de 35 veces

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Parece que esta vez es la definitiva», cuenta Juan tras la última operación que ha tenido que soportar provocada a causa de su enfermedad. Juan Cano García es un jerezano de 64 años al que en 2004 le detectaron un cáncer de colon. A partir de este momento, todo fueron complicaciones, pero nunca le han faltado ganas de luchar.

«Los propios médicos nos contaban que un carácter positivo era lo mejor en estos casos», comenta Luci Sánchez Flores, su esposa. Y, quizás, éste sea uno de los motivos por los que Juan ha llegado a superar las 35 veces que ha tenido que entrar a la sala de operaciones, aunque «no me han operado en 35 ocasiones, sino ocho o nueve operaciones importantes, al igual he tenido que permanecer ocho o nueve veces en la UCI», explica. Pero nunca perdió la cordura, e incluso «los psicólogos y psiquiatras que me evaluaron se sorprendieron de lo bien que estaba, sin depresión, que en estos casos es complicado no padecer. Pero yo lo tenía muy asimilado», sólo tocaba esperar que «me curaran».

A principios de noviembre, Juan y su familia han pasado momentos muy críticos. Y es que «yo no podía soportar más el dolor, por lo que me tuvieron que ingresar y la solución era la intervención quirúrgica», pero los médicos «no se atrevían porque las posibilidades de que saliera bien eran muy escasas, y además me tuvieron que operar dos veces muy seguidas». Tan extrema era la situación que «los propios cirujanos la llamaron Operación Brava porque los riesgos eran muy graves», aclara su esposa.

Han sido casi cuatro años en los que Juan se ha visto obligado a hacer de los pasillos y habitaciones hospitalarias su propia casa. «He llegado a estar ingresado durante más de ocho meses ininterrumpidamente -asegura-, y al principio casi no podía soportarlo, es que no se puede aguantar», pero tuvo que resignarse. «Era lo que había, no podía hacer otra cosa, y además ¿qué iba a conseguir yo quejándome de no querer estar allí? Si regresaba a mi casa, yo sabía que en pocas horas tendría que venirme rápidamente al hospital».

Aunque desde el primer momento que le detectaron la enfermedad, las cosas no han sido fáciles, fueron estos ocho meses, desde el 23 de abril hasta el 23 de diciembre de 2006, los más desesperantes porque «no podía ni beber ni comer nada, todo eran medicamentos», e incluso llegó a perder cerca de 40 kilos, pero, eso sí, el apoyo de los suyos ha sido fundamental. «Mi mujer y yo lo hemos pasado muy mal juntos durante este tiempo, al igual que mis hermanos, que han pasado aquí tantas horas como yo. Y gracias a ellos lo he llevado algo mejor». Sus hijas, María Luisa y Encarni, iban siempre que podían, al igual que sus hermanos, y su esposa que en ningún momento se separó de él.

Pero, como es habitual, por muy fuerte que sea el carácter de una persona o la buena actitud ante los problemas que adopte siempre «existen momentos en los que te vienes abajo, es inevitable, y sobre todo, cuando día tras día veía pasar a otros pacientes que entraban y salían y que yo seguía allí. Es duro». Además, durante tanto tiempo en el hospital «empiezas a cogerle cariño a la gente, y recuerdo -cuenta Luci- un en día concretamente en el que se derrumbó cuando le dieron el alta a Frasquito, su compañero de habitación con el que hizo muy buena amistad. En ese momento le vi realmente agotado, e incluso los médicos le dijeron que esa no era la actitud que tenía que seguir como había estado hasta ese momento, con buena cara». Esta actitud le duró poco, y sus ganar de luchar y echarle coraje a la vida le volvió a invadir.

En esos ocho meses, Juan tuvo que acostumbrarse a estar como en casa. «Todos los días recorría los pasillos del hospital durante dos horas por la mañana y otras dos por la tarde, de esta manera el tiempo se me hacía más corto, y si no hacía esto era imposible soportarlo».

Médicos entregados

Cada vez que los médicos cirujanos le informaban de que se encontraban en la obligación de volver a la sala de operaciones e intervenirle «yo sentía que me iban a curar», y cuando después aparecían las complicaciones no perdía la esperanza. «Tengo mucho que agradecerle a los médicos que me han tratado, han hecho lo imposible por encontrar remedio a mis problemas, hasta lo que no estaba en sus manos». Juan asegura que le han atendido siempre, «daba igual la hora y el día en que llegara, que fuera de día o de noche, ellos siempre han estado ahí, dándolo todo por mí». Al igual que el resto del personal que trabaja en el Hospital de Jerez, «desde las enfermeras hasta las limpiadoras. Todos me han tratado de la mejor manera». Particularmente, el doctor Franco se ha implicado en todo lo que ha estado a su alcance, y es que «nunca han tirado la toalla y yo siempre he confiado en ellos porque así me lo han demostrado que se han partido la cabeza pensando en alguna solución, con nuevas técnicas o avances. Les debo mucho».

Ha pasado casi un mes de la última intervención «y esperemos -cuenta- que definitiva». Desde el pasado 26 de noviembre, fecha en la que le dieron el alta, ya puede descansar en casa. Según le informan los médicos «la operación ha salido de maravilla. Es que esta vez parece que han dado con la tecla, ese problema que acompañaba desde las primeras veces ha disminuido mucho».

«Todavía estoy débil, pero cada día noto que me encuentro mejor, así que ya estoy haciendo cosas para distraerme y volver a mi vida normal», sentencia.

«Muchas tardes acompaña a su hija Encarni en el negocio familiar, en una confitería que tienen junto a su casa, o me voy a dar un paseo por el centro», explica. Poco a poco intentará recuperar su vida cotidiana porque «he vuelto como a nacer. Ha sido un milagro».

Un auténtico ejemplo de superación personal.