El fracaso según Rafael Cadenas
La lectura a veces se convierte en una especie de carrera de medio fondo en la que hay que ejercitar equilibradamente la resistencia y la velocidad. No parece quedar tiempo para la repetición, para el deleite estético, para la profundización. En consecuencia, este hábito lector apresurado nos priva en muchas ocasiones del peso específico de ciertos pasajes, de la carga determinante de algunos diálogos, de lo decisivo de innumerables poemas.
Actualizado: GuardarPor este motivo, proponemos un ejercicio escolar, el comentario de texto. Pero hagámoslo a nuestra manera, sin atender a la relación fondo y forma, sino a la más interesante entre literatura y vida.
Rafael Cadenas
El poema elegido para ejercitar nuestras destrezas literario-existenciales se llama Fracaso, escrito por el venezolano Rafael Cadenas e incluido en su libro de 1966 Falsas maniobras. Comienza así: «Cuanto he tomado por victoria es sólo humo.// Fracaso, lenguaje de fondo, pista de otro espacio más exigente, difícil de entreleer es tu letra».
La literatura, entre otras muchas virtudes, posee la de plantear a los lectores y a sí misma la relatividad de lo sólidamente asumido por educación, tradición o, en el peor de los casos, imposición. Quizá por educación asumimos una determinada manera de interpretar la palabra fracaso.
El Diccionario Ideológico de Casares lo deja bien claro. En la Parte Analógica, que podríamos entender con alguna reserva como una lista de sinónimos, la entrada Malogro contiene: «malogramiento, frustración, fracaso, ».
Como se puede comprobar, los usos del término fracaso tienen que ver con el envés del éxito, al que ideológicamente Casares asocia con la palabra fin. Efectivamente, lo concluido felizmente cierra el círculo del éxito, mientras que el fracaso siempre está bullendo, en movimiento, porque lo malogrado hay que volver a ponerlo en marcha, porque los errores hay que subsanarlos, porque las derrotas nos colocan en la casilla de salida y en disposición de volver a tirar los dados a ver qué tal esta vez. El fracaso nos impele a la acción, a la acumulación de experiencias, al aprendizaje
La persona que disfruta del éxito, el que ha obtenido el reconocimiento público y así lo cree y lo asume corre un riesgo tremendo. Más allá de esta gloria no hay nada, entiende el que ha alcanzado la línea de meta. Quien así piensa se está condenando a la inmovilidad, al estancamiento, al abandono, a la putrefacción.
Putrefacción
Esta última es quizá la palabra clave del éxito. Lo más probable es que quien ha caído en sus garras empiece a pudrirse por dentro porque ha dejado de cuidarse, a pesar de que su apariencia parezca afirmar lo contrario. Así lo entendieron en la madrileña Residencia de Estudiantes en la década de los 20 del siglo pasado.
¿A quiénes llamaban putrefactos los jóvenes poetas del 27? A aquella sociedad española que les tocó sufrir, a los que nadaban en las aguas estancadas de su éxito.
De todo esto trata el poema de Rafael Cadenas. El poeta venezolano nos pone en alerta desde las primeras líneas de su texto, puesto que no todo es tan obvio si intentamos definir la palabra fracaso. Hay que leer en el interlineado de la vida para apreciar su significado alternativo y exacto.
Otra lógica
«Por mi bien me has relegado a los rincones, me negaste fáciles éxitos, me has quitado salidas. / ( ) Por protegerme cediste el paso a otros, has hecho que una mujer prefiera a alguien más resuelto, me desplazaste de oficios suicidas», continúa diciendo Rafael Cadenas en el poema asignado para este comentario de texto.
El que se enorgullece de su sueldo, de su amor presume de que ha alcanzado los máximos objetivos a los que podía aspirar. Sin embargo, este éxito, como explica Cadenas, es una trampa mortal, un oficio de suicidas que han olvidado que lo conveniente es seguir creciendo.
En este sentido, el triunfo en el amor puede resultar el más peligroso de los éxitos. Si uno entiende que ya está todo hecho porque se ha conseguido a la persona amada, puede que sin querer esté inoculando en el cuerpo del amor uno de los virus más devastadores que existen para una relación.
Nos vamos acercando al final del poema de Cadenas y nos asaltan unos versos decisivos: «Me has hecho humilde, silencioso y rebelde./ Yo no te canto por lo que eres, sino por lo que no me has dejado ser. Por no darme otra vida. Por haberme ceñido». El fracaso encierra en sí múltiples virtudes en contra de lo que en principio se pudiera pensar: humildad, rebeldía y, en consecuencia, una vida quizá menos prosaica.
Entre los últimos versos, en la hora de los agradecimientos, Cadenas nos revela una máxima aparentemente contradictoria, aunque ya alumbrada en las estrofas precedentes: «Gracias por la riqueza a que me has obligado». Como la literatura en su conjunto, el fracaso contiene una subversión que parte de la resemantización de palabras que hasta este momento habíamos asumido sin más. La riqueza del fracaso no tiene nada que ver con la que habitualmente defendemos en sociedad, sino que apunta a espacios y valores deficitarios en nuestra cotidianidad.
Punto y final. Fin del poema.