Opinion

Perversión de la democracia

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a grandeza de la democracia se demuestra por su capacidad de soportar duros ataques y permitir, incluso, que sus enemigos utilicen sus resortes para intentar destruirla o para lograr beneficios particulares. Encima de la mesa tenemos dos casos claros: Hugo Chávez y Vladimir Putin, de utilización perversa de la democracia para crear una dictadura institucional. El venezolano Hugo Chávez intentó un golpe de estado militar en febrero de 1992. No pasó demasiado tiempo en la cárcel y en 1998 ganó las elecciones. Chávez ha pasado del populismo al autoritarismo con su pretensión de perpetuarse en la presidencia de Venezuela acaparando en su mano la elección de gobernadores regionales y los poderes legislativo y judicial. Esta situación reitera la imprescindible reflexión que deben realizar los partidos políticos tradicionales sobre su forma de actuar y su atención a los ciudadanos. Chávez es producto de la ineficacia y de la corrupción galopante de los últimos años de los dirigentes políticos venezolanos de los grandes partidos socialdemócratas y democristianos. La miseria y la frustración permanente propiciaron el respaldo a los cantos de sirenas de un líder carismático que ahora dispone de millones de petrodólares para llevar a cabo sus sueños mesiánicos de líder bolivariano, no sólo en Venezuela sino en muchos lugares de América Latina donde se han encendido todas las alarmas ante las pretensiones socialistas totalitarias de Chávez. El otro caso resulta más alarmante por la capacidad nuclear de Rusia y sus desafíos a Occidente. Además, buena parte de Europa depende de su gas y petróleo. Putin no ha dudado en aplicar todas las medidas necesarias para imponer sus ideas. Desde la persecución a empresarios incómodos, el acoso a medios de comunicación hostiles o la represión a los políticos opositores, como el caso del ajedrecista Kaspárov. Habría que añadir las extrañas muertes de periodistas que denunciaban la actuación de las tropas rusas en Chechenia y los métodos de lucha antiterrorista como los utilizados en la escuela de Beslan o en el teatro Dubrovka con muchos muertos inocentes. La estrategia de Putin pasa por el control absoluto del Parlamento ahora y se rematará con las elecciones presidenciales a primeros del año que viene. En Venezuela y el Rusia, los ciudadanos votan pero es una perversión de la democracia.