La maestra y el osito
La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, lo que verdaderamente es un privilegio es conocerla y no cumplirla. Tengo moros amigos que se ponen morados de jamón y distinguen su calidad por la esbeltez de la canilla. Hay que profundizar mucho para sospechar la categoría del justamente llamado el mejor amigo del hombre para saber, observando su aspecto, si va a ser digno de nuestra intimidad. Aduzco este testimonio para ilustrar la diferencia que existe entre fanáticos, ya que no sólo hay moros y cristianos, sino moros y moros. La maestra británica Gillian Gibbson ha tenido que ser trasladada desde una prisión sudanesa a un lugar secreto acusada de infiel. La querían linchar o lapidar o descuartizar, según la modalidad preferida por sus verdugos. El delito que se le atribuye a esta buena señora es haber bautizado con el nombre de Mahoma a un osito de peluche de su propiedad.
Actualizado: GuardarSe dice que un fanático es un tipo que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de asunto. La ley islámica impuesta por el presidente Omar al Bashir prohíbe toda imagen del Profeta. En esas culturas el marketing es algo que se practica entre ceja y ceja. Una palabra vale más que mil imágenes. Cualquier persona civilizada sabe que Mahoma es una figura clave en la historia de la humanidad.
Respetarla, incluso admirarla, debiera ser compatible con no exigir la aniquilación de quienes se permitieran una inocente broma con su nombre. Yo traté mucho a un perro llamado Buda, cuyos amos eran Ignacio y Josefina Aldecoa. Un bull-dog de excelente carácter que además no era de cariñoso peluche sino de carne adicta y hueso. Quizá llevara razón Rudyard Kipling cuando auguró que Oriente y Occidente no se entenderían nunca. El fanatismo no es sólo la religión que tendrían las fieras, sino la que tiene más feligreses.