Opinion

La lotería de navidad

LA PORVERA Nunca fui partidaria de jugar a la Lotería de Navidad. Es uno de esos sorteos que ves siempre por la televisión mientras que te dedicas ha hacer centenares de cosas a la vez y al que a penas prestas atención hasta que tu madre grita: «¿El Gordo, ya ha salido El Gordo!». De pronto la gente se vuelve como loca, todos elevan la voz y una se encoge de hombres acordándose de su cuenta bancaria prácticamente en números rojos debido a los gastos que se van acumulando en esta época.

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No obstante, tengo que reconocer que desde hace un par de años mi postura hacia la lotería de Navidad ha cambiado. Ahora, digamos, que la disfruto. No sé si será la edad, pero me permito el lujo de soñar (como la mayoría de los españoles) con que me toca El Gordo y me voy de año sabático a las Islas Maldivas, alejada del estrés de la vida diaria y de los problemas de una ciudad como Jerez que cada vez siento más mía.

Me gusta ver cómo los boletos del Bar Cristina se van acabando mientras que desde este rinconcito gastronómico de la ciudad preparan su peculiar sorteo con una buena cesta de regalo. También me gusta debatir con los mios que número es el que va a salir a las puertas de la administración mientras que alguien nos mira con cara rara o hablar de qué haríamos si la diosa Fortuna decide hacernos una visita el próximo 22 de diciembre mientras que estamos en la boda de Marta.

Eso sí, que mi abuela Carmen no se apure, que esta semana me voy a Sevilla a buscarle el 11081. Y es que este año se ha quedado sin lotería y sólo quedan boletos de ese número en el barrio de Triana.

En fin, cosas de estas fechas. Por cierto: que la suerte os acompañe.