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DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

No a la explotación de nuestros universitarios

El pasado miércoles asistí atónito a una de las más impactantes demostraciones de desinterés, pasotismo, cerrilidad y estulticia a la que he tenido oportunidad de acudir en todos los días de mi vida. Puede que alguien piense después de leer estas líneas que soy un sabiondo, un prepotente o un clasista. Nada más lejos de la realidad. Creo atesorar la humildad entre mis escasas cualidades humanas y profesionales. Lo que soy es, simplemente, un periodista pasmado; o mejor, pasmao, como decía Alfonso Guerra, quien, por cierto, volverá a repetir en las listas para el Congreso en las elecciones de marzo. La renovación del PSOE en persona. No tiene hartura este hombre.

JAVIER BENÍTEZ
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En fin, que nos despistamos. Les decía que estaba el pasado miércoles por la noche plácidamente en casa cuando me dio por sintonizar el programa de debate que emitía Onda Jerez televisión sobre la memoria histórica. El espacio me enganchó el tiempo suficiente para comprobar que, efectivamente, hay más ventanas abiertas a la pluralidad informativa en la cadena municipal, y para llegar al momento fatídico en el que el moderador del programa, Alberto Márquez, anunció la emisión de la encuesta que los periodistas de Onda Jerez habían hecho en la calle sobre este manido y cansino asunto de la memoria histórica, del que no me voy a pronunciar hoy por falta de espacio y porque probablemente terminaría llamándola memoria histérica, y no es intención de servidor calentar más este debate interesado y artificial en la mayoría de los casos.

Bien, íbamos por la encuesta. Les aseguro que los dos o tres minutos que pudo durar aquello pasaron por encima de mí como el huracán Katrina. Con buen criterio y, según pude comprobar al día siguiente, de manera intencionada, el reportero y el cámara de la televisión municipal se fueron a realizar la encuesta a las puertas del Campus de Jerez. Lógicamente, nuestros universitarios debían tener una opinión formada sobre el debate de la memoria histórica, que, al fin y al cabo, está ligado a la historia más reciente de nuestro país. Y un pimiento. (Y que conste que utilizo esta expresión por no recurrir a palabras más gruesas y malsonantes que definirían mejor la indignación y sorpresa que me provocó dicho espectáculo).

El entrevistador preguntaba por la ley de la memoria histórica. De las aproximadamente veinte personas que fueron consultadas al respecto -buena parte de ellos universitarios, no todos- sólo una chica supo definir vagamente aquello por lo que le interrogaba el de la tele. Los demás, no sólo no tenían ni la más pajolera idea del asunto, es que ni siquiera acertaban a definir el concepto de memoria histórica. No sabían qué era eso. «¿No le suena de nada lo de la memoria histórica», se esforzaba en preguntar el reportero, abrumado también por el chaparrón de ignorancia que le estaba cayendo encima. Insisto, sólo una persona supo contestar de forma medianamente correcta al periodista.

Llevamos meses, demasiados meses, hablando de la memoria histórica en la radio, escribiendo en los periódicos, viendo informativos o programas de televisión al respecto. De forma machacona se ha hablado en este país en lo que llevamos de legislatura de la memoria histórica, y nada. Ni idea. Todo esto me llevó a una reflexión. Señores docentes y responsables académicos del Campus de Jerez, rebajen por favor la intensidad y exigencia de sus respectivas materias; los chicos no pueden despegar las cejas de los apuntes ni para ver un telediario o leer un periódico; paren esta salvajada y explotación estudiantil y denles un poco de tiempo libre. Se lo merecen, algunos, de por vida.