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El lugar donde el tiempo se hace juego
La plaza del Progreso acogió hace seis siglos al Hospital de la Misericordia y fue convento de las monjas de la Concepción
Actualizado: GuardarLas frías sombras de las palmeras contrasta con el estruendo que desde hace unos años viene proliferandose en la plaza del Progreso. De la gelidez del alto viento que juega con los ramales, al cálido juego de los más pequeños que sudan entre salto y salto. A pesar del nuevo aspecto que tiene ahora la plaza del Progreso, quizá todavía se conserva un cierto halo de romanticismo barato, pues se cuenta que la plaza era pasto para dar rienda suelta a la imaginación, y las parejas de enamorados planteaban batallas de plumas, que diría Góngora.
La plaza del Progreso, reconvertida en lugar de esparcimiento para los pequeños de la zona céntrica de la ciudad, es un auténtico motor de vivacidad y de juegos cuando llegan las tardes. juegos congregados alrededor de una montaña de bloques forrados de goma para que los niños hagan de las suyas mientras los padres leen una revista o toman café en el bar El Progreso.
Justamente en el bar El Progreso se ofrece cada jueves la mejor pringá de Jerez, según argumenta Toñi con cierto tono de autosuficiencia. Toñi es una de las cocineras encargadas de que cada día el menú esté preparado para el comensal que llega. «Todos los miércoles hay berza para comer, y al día siguiente, que es cuando mejor está la pringá, la ponemos a disposición de los clientes en los desayunos. Vente un día a probarla, verás lo que es bueno», dice la señora desde la cocina.
Polivalente
El Progreso (bar), ubicado en el número nueve, es un lugar polivalente. Manuel Sánchez lleva ya cuatro años tras la barra. «Damos desayunos a muchos trabajadores de la zona que acuden a tomar café. A mediodía tenemos nuestros menús diarios y damos de comer también. Por la tarde ya lo ves, son muchas familias, y mamás las que vienen para tomar café mientras los niños disfrutan en los columpios», argumenta Manuel, que va de un lado a otro de la barra atendiendo a todos.
El famoso mesón El Cachón está en el número cuatro. Pertenece a los mismos dueños que El Progreso, o sea que todo queda en casa. Se abre por las mañanas para ofrecer los famosos montaditos a un solo euro. Más tarde comienza a funcionar la palanca del grifo del barril de cerveza. «No te imaginas cómo se pone esto todos los fines de semana. Es espectacular. La pena es que mientras todos se divierten, los niños juegan y los padres se toman una tapita, a mí me toca estar aquí trabajando», se queja Adara Echevarría desde la tienda de Benetton donde trabaja.
Las grandes cristaleras de la tienda de ropa diseñada por la afamada firma italiana está ubicada en lo que muy posiblemente sería el muy antiguo Hospital de la Misericordia, fundado nada menos que en el siglo XV. Desde entonces hasta ahora la cosa ha cambiado en la ciudad y en la plaza. Los modernos maniquíes destacan bajo la iluminación de focos. La ropa de niño junto con maletas escolares y gorritos de lana. Las tres chicas que llevan la tienda dicen que merece la pena trabajar en un lugar con tanto encanto. «Tampoco sabemos mucho de la historia de la plaza, pero sin duda es uno de los rincones más bonitos de Jerez», subraya una de ellas. Después viene la envidia sana de que todos se divierten mientras ellas están el pie del cañón. Pero son gajes del oficio y lo toman con cierta filosofía.
Aromas de té
Y si necesitamos que los niños se tranquilicen, después de estar toda la tarde subiendo y bajando por los bloques acolchados especialmente diseñados para no que proliferen los bollos en la cabeza, tenemos una infusión o un tranquilizante en el número diez. Es el lugar donde Charo Alcón lleva desde hace un año y medio deleitando a los jerezanos con cientos de clases de té. El establecimiento, por la originalidad del producto que se comercializa, ya merece la pena visitarse. Sólo con entrar ya te atacan los deleitosos olores a vainilla, a regaliz o a cacao. Conforme Charo va abriendo latas de té, un mundo de sensaciones olfativas te invade. «Jugamos un poco con los tés aromatizados que son los que más me demanda el cliente. Ahora es que no lo tengo pero si te abriera un té que suelo vender que se llama el bizcocho de la abuela, tendrías la sensación que hemos hecho un dulce para la merienda. Bueno y si degustas una taza, jurarías que estás tomandote el bizcocho con el té», comenta Alcón desde su pequeño mostrador. Los complementos también se ofrecen en Aromas de Té, que es como se llama la tienda. Las tazas y teteras de cerámica fina con filtros para hacer la infusión pululan por las pequeñas repisas y los clientes ya acuden a comprar determinadas especialidades.
Mientras te alejas, todavía embelesado por el pequeño paraíso de aromas, la tarde comienza a caer. Sin embargo, los niños siguen dando brincos de un sitio a otro. Una señora casi implora a un jovencito que es la hora de volver a casa. Una niña con coletas rubias hace un gesto amenazador a otro pequeño que no se ha percatado de la presencia de la rubia peligrosa. Dos pequeños de apenas cuatro años se persiguen como si de una película de acción se tratara. Una mamá ha bostezado, y comienza hacer frío cuando la tarde descabalga del día. Mañana será otro día parece percibirse del ruido de un cierre de persianas de un comercio en una esquina.
Un progreso hecho plaza que da cobijo a quienes tendrán el futuro de nuestra ciudad en sus manos.