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SIN CONTROL RECLUIDOS EN CASA PROBLEMA EN LA EDUCACIÓN PERDER LOS NERVIOS DIFÍCIL ATENCIÓN INGRESO COMO SALIDA DEFINITIVA

Una madre desbordada por su hijo de 15 años Bajo la vigilancia permanente de sus progenitores Escolarización sin tener un diagnóstico claro Termina por golpear a su hijo ante la impotencia Muchos se niegan a ser tratados por especialistas Cuando la atención ambulatoria es insuficiente

En el informe se detalla el contenido de algunas quejas, pero preservan la identidad de los protagonistas. En una de ellas, una madre se siente impotente para controlar a su hijo de 15 años. Con diez causas penales pendientes por robo y hurto, expulsado del instituto y negándose a acudir a un especialista, su madre se veía, además, obligada a abandonar su domicilio. Acababa de ser sentenciada por los graves conflictos ocasionados a la comunidad de vecinos por su hijo, quien había cometido varios robos.

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Algunos padres optan por tener a sus hijos en casa. Ése fue el caso de una madre que pidió ayuda ante la falta de un centro que reuniera las características necesarias para su hijo de 16 años. Ante los severos conflictos que había generado, la Administración dictaminó que debía seguir sus estudios en un centro de educación especial. Los padres prefirieron que se quedara en casa. Al tiempo comprobaron que no podían controlarlo. Rompía objetos, lloraba o golpeaba a su hermana. Finalmente, esta familia encontró un centro adecuado. El director de un colegio público expresaba la inquietud de su comunidad educativa por la escolarización de un niño de 7 años, muy conflictivo, pero que carecía de un diagnóstico claro. El menor «envió a dos compañeras al hospital con conmociones cerebrales de pronóstico reservado» en una misma semana. Le habían retirado una medicación, por decisión paterna, y no se le podía cambiar la modalidad de escolarización. Describía su impotencia cuando el resto de padres de alumnos «pedía protección para sus hijos». Ante la impotencia de no poder reconducir la conducta de su hijo de 14 años, un día le golpeó con una tablilla. El menor se fue de casa y acudió a la Guardia Civil donde denunció a su padre. Fue llevado a un centro de protección. El progenitor contaba que su hijo estaba bajo tratamiento y juntos acudían al Servicio de Mediación Familiar de la Junta. Pero todos los esfuerzos habían sido en balde, de ahí que sin justificar su acción, había perdido los nervios. Al final, se archivó la causa penal y el menor pidió regresar a su hogar. Otra dificultad que afrontan estos padres es la falta de colaboración de sus hijos para asumir las terapias e incluso su rotunda negativa a acudir a un especialista. En esa tesitura se encontraba la madre de una adolescente de 17 años, la cual constantemente se marchaba de casa. La joven había sido derivada a la Unidad de Salud Mental de su hospital de referencia, pero como apunta el informe, las intervenciones psiquiátricas o psicológicas están abocadas «al fracaso» en pacientes sin voluntad, como ocurría en este caso. Un ciudadano denunció que su hija de 15 años llevaba dos de tratamiento en la Unidad de Salud Mental, pero que el propio facultativo había recomendado su ingreso en un centro especializado ante el desarrollo de su trastorno. Pese a que el propio hospital se interesó por el ingreso, otras instancias como el Servicio de Protección del Menor denegaron la entrada en dos centros por no reunir la paciente las características necesarias. El estudio fue presentado en noviembre y al cierre de su contenido, esta familia seguía a la espera.