Gobierno
Es enternecedor que el Gobierno haya decidido tomar cartas en la baraja televisiva a propósito del asunto de Svetlana, la chica rusa que apareció en El diario de Patricia y, después, fue asesinada. Valiente, ¿eh? Seguramente es un azar que la acción gubernamental tome por objeto un asunto de conmoción pública y no cualquiera de las quejas que los espectadores han venido presentando ante la comisión de seguimiento del Código de Autorregulación. También debe de ser azar que esto ocurra cuando la precampaña electoral ya ha calentado motores. Habrá quien diga que nunca es tarde si la dicha es buena. Hay gente para todo, pero también los hay para quien ya es demasiado tarde; que se lo pregunten a Svetlana.
Actualizado: GuardarNo me meto en otras parcelas de la vida pública pero, en lo que concierne a la televisión, este Gobierno es especialista en plantear a todo trapo ruidosas reformas que se quedan en papel mojado. Cuando se firmó el Código de Autorregulación, uno de los asuntos que pasaban a ser vigilados era el de los programas que ponían en escena conflictos afectivos y que eran muy proclives a terminar a golpes e insultos. Los talk-shows en general, y El diario de Patricia en particular, quedaban bajo el punto de mira. Tres años y pico después, ha pasado lo peor y, además, con El diario de Patricia por medio. Primero, porque las solemnes declaraciones públicas y los sentidos compromisos privados no eran más que retórica. Además, porque el asunto estaba mal planteado: todos, Gobierno y cadenas, se llenan la boca con su decidido combate contra los malos tratos, pero, ¿cómo aplicar eso a un tipo de programas donde la gente no acude a pegarse, sino a decir que se ama, pase luego lo que pase?
Hay un problema de fondo que no concierne al plano de intenciones, sino al plano de las realidades. Ningún Gobierno conseguirá que la gente deje de ventilar sus bajas pasiones en la tele o en su entorno. Lo que sí se puede conseguir es que la tele cierra la puerta a determinadas cosas. Pero para eso hace falta algo más que fotos oportunistas y retórica impostada.