Érase una vez... la civilización
'De nómadas a sedentarios', la muestra instalada por La Caixa en San Antonio, reconstruye la evolución cultural del hombre durante 8.000 años decisivos
Actualizado:La historia de la evolución humana es una aventura insólita que se construye a partir de una larga sucesión de hallazgos, deducciones y casualidades. Un buen día, en alguna pradera austral, un cabritillo huérfano siguió los pasos de una partida de cazadores y regaló a la tribu, sin quererlo, la ofrenda revolucionaria de la domesticación animal. Otro día, ya lejano, en el valle del Jordán, un recolector despistado olvidó una estera impregnada de barro junto al fuego, y el azar, que a la postre juega sus bazas mejor que Edison, se apuntó la invención contingente y transformadora de la cerámica. Las semillas que cayeron del cesto en un recodo del camino acabaron floreciendo en temporada y así, con esa mezcla puntual de inferencia y suerte, se nos brindó la gracia magnífica de la agricultura.
Prácticamente todos los cambios decisivos que se dieron en la evolución cultural de nuestra especie ocurrieron en un periodo comprendido entre hace 13.000 años y 5.000 años. En esta etapa, conocida como Neolítico, el hombre protagoniza un cambio transcendental a través del cual pasa de las sociedades cazadoras y recolectoras a los primeros colectivos urbanos organizados.
De nómadas a sedentarios, que puede visitarse desde ayer en la plaza de San Antonio, es una exposición de la Obra Social La Caixa que reproduce, a partir de diversos recursos museográficos, los hitos culturales, y zonas geográficas en las que se desarrolló el proceso.
El primer ámbito cronológico en torno al que se estructura la muestra es el Mesolítico. El visitante que se acerque a la carpa se topará con una escenografía tamaño real que representa el yacimiento de al-Wad, en Israel. La escena transporta a la vida en las cavernas, pero ya con una recolección selectiva de cereales, y el animal que se entiende como compañero del hombre, y no sólo como presa. Un mapa y una tabla sitúan geográfica y temporalmente al espectador.
Hace 11.000 años, en los inicios del periodo Neolítico, se produjo el paso de la cueva a la casa y de la recogida a la agricultura. Los restos más significativos de este periodo se encuentran en Jericó. Sus muros estaban hechos a mano, y es el ejemplo más antiguo que se conoce del empleo de ladrillos de barro. Con estas prácticas agrícolas se adaptó la producción de alimentos a las necesidades del grupo, se cultivaban unas especies determinadas, sobre todo cereales y algunas legumbres.
Al igual que la agricultura, la ganadería es un sistema controlado de producción de alimentos mediante el que el hombre interviene en la naturaleza, transformándola en su propio beneficio. La verdadera ganadería aparece en Oriente Medio, con la domesticación de cabras y ovejas. Además de poder contemplar la vida cotidiana en ese periodo, la muestra reproduce a escala reducida una cabaña rectangular del poblado de Jarmo. Este asentamiento sirve como ejemplo para mostrar uno de los primeros espacios en los que se criaban animales para su explotación y consumo.
Hace entre 9.000 y 6.000 años, la cerámica supuso la innovación tecnológica más importante del Neolítico. Era la primera ocasión en que se integran diversos elementos para conformar un nuevo material. Además, gracias a sus decoraciones y formas, ha permitido detectar culturas y cronologías diferentes. Anatolia es uno de los focos neolíticos más importantes en esa época, y Catal Hüyük es, sin duda, el mejor ejemplo posible. Este poblado, en Turquía, contaba con casas adosadas entre sí que formaban una gran manzana. La muestra analiza la evolución de formas y decoraciones cerámicas se hace eco de la importancia de los primeros símbolos pintados y repasa las cerámicas producidas en lugares tan diferentes como Oriente Medio, América, Europa Occidental y Egipto.
Finalmente, la muestra recoge también los procesos de utilización de las primeras escrituras. Las tablillas de Uruk contienen los ejemplos más antiguos conocidos de caracteres. En ellas se consignaban la cesión de productos como grano, cerveza o ganado, o eran listas de palabras que los escribas utilizaban para aprender a escribir.
La exposición, que viene precedida por el éxito de otra muestra dedicada al estudio de nuestros antepasados, De mono a hombre, está comisariada por Lluis Batista, y ha contado con el asesoramiento de Eludald Carbonell, co director del proyecto Atapuerca.