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La gracia de Cádiz

La gracia gaditana está de moda, también sus desgracias, pues últimamente la gracia de Cádiz consiste en reírnos de nuestras desgracias. Porque siendo una desgracia tener treinta años y no haber dado un palo al agua, es una tragedia que a la gente esto le haga gracia. Gracias a un gracioso de Cádiz, perdón un tío con gracia porque los graciosos son los sevillanos, a toda España le hace gracia que aquí seamos unos desgraciados.

RODRIGO SÁNCHEZ GER
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El currículo del gracioso local es un auténtico cursus honorum del age. Integrante de comparsa juvenil clasificada, corista con al menos cinco trienios en batea, cargador miembro cotizante de peña cofrade, voluntario gastronómico, con derecho a camiseta serigrafiada, de cualquiera de las decenas de adas populares que se organizan en nuestra ciudad y cadista no derrotista. De estos avíos y algo de genética, surge una suerte de puchero humano concentrado, caracterizado por unos reflejos innatos para el golpe ocurrente y el corte irónico.

En el repertorio, lo habitual: Dios es gaditano y por eso de los siete días de la creación, en realidad tres estuvo de baja y uno de asuntos propios, mi primo es el más rápido del mundo, porque sale a las tres de trabajar y a las dos y media ya está en su casa comiendo, o Judas era uno de Cádiz que estaba de baja y al que Jesús intentó curar, tal faena mereció la conocida respuesta del Iscariote.

Gracias a la tele, la historia del bizco Durán, versión gadita de Ignatius J. Reilly, se ha convertido en el paradigma del saber vivir de Cádiz. El protagonista de «Ubi sunt? PISHA» Un antihéroe con más de desgraciado que de pasota, es hoy lo más parecido a la imagen que de los gaditanos tiene el resto de España, seguramente porque los domingos buena parte de ellos van vestidos como él.

Está bien sonreírle a la vida y tener sentido de humor, pero éste no puede consistir únicamente, en presumir de lo bien que nos damos de baja o del arte que tenemos para el escaqueo. Aquí sobra ingenio para reírnos mejor.