HASTA EL VESTÍBULO. El Ejército penetró con sus tanquetas hasta el interior del lujoso hotel filipino en el que se atrincheraron los sublevados. / AP
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La enésima asonada sacude Filipinas

Oficiales que iban a ser juzgados por un intento de golpe de Estado toman durante unas horas un hotel de Manila para exigir la dimisión de la presidenta

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Iban a ser juzgados por un intento de golpe de Estado que tuvo lugar hace cuatro años y acabaron por protagonizar otro motín militar. Una vez más, la historia se repite en Filipinas, que vive en máxima tensión después de que un grupo de oficiales, soldados y varios dirigentes políticos se rebelaran ayer contra la presidenta Gloria Macapagal Arroyo.

Se trata de la misma treintena de militares que, en julio de 2003, tomaron y minaron con bombas el lujoso hotel Oakwood y un centro comercial en el distrito financiero de Makati, en Manila. De los trescientos miembros de las Fuerzas Armadas que participaron en aquella fallida operación, veintisiete oficiales comparecieron ayer en los tribunales pero, en lugar de escuchar los cargos contra ellos por insurgencia, abandonaron la sala, protagonizaron una pequeña marcha callejera y, finalmente, se atrincheraron en el selecto hotel Península.

Aprovechando el elemento sorpresa, el comando, que portaba brazaletes rojos con la figura del sol e iba armado con fusiles ametralladores M-16, se hizo fuerte en la segunda planta del establecimiento, desde donde dieron a conocer sus demandas. «Apelamos al Ejército para que retire su apoyo a la presidenta con el fin de acabar con un mandato inconstitucional e ilegal», anunció el general de brigada Danilo Lim, cabeza visible de la asonada. «Macapagal le robó la presidencia a Estrada y luego manipuló los resultados de las elecciones», añadió el alto oficial.

Junto a él estaba el senador Antonio Trillanes, pero no se trataba de un motín espontáneo, sino de un levantamiento planificado, como explicaba la página web www.sundalo.bravehost.com. En dicho portal, bautizado en tagalo en honor de los soldados (sundalo), los rebeldes alertaban de que el país se enfrenta a «una crisis de proporciones extremas» porque «la economía, el imperio de la ley y el orden moral se hallan en ruinas» por culpa de Macapagal.

Pero la presidenta, que ya ha sobrevivido a tres de las diez asonadas que han tenido lugar en Filipinas desde la caída del dictador Ferdinand Marcos en 1986, actuó con contundencia y envió a las unidades especiales de la Policía. Tras dar un ultimátum a los insurgentes, los agentes tomaron el hotel ayudados por una tanqueta, el lanzamiento de gases lacrimógenos y ráfagas de ametralladora, por lo que se produjeron un par de heridos.

Para evitar males mayores, el senador Trillanes anunció la rendición de los rebeldes. «Vamos a salir por la seguridad de todo el mundo», señaló el legislador. Poco después, abandonaron el hotel los amotinados, entre los que se encontraban también el ex vicepresidente Teofisto Guingona y los obispos Julios Labayen y Guadencio Tobías, así como destacados políticos de izquierdas. Todos fueron detenidos y trasladados a dependencias policiales en autobuses.

«Hemos mostrado al mundo la estabilidad de las instituciones en nuestra democracia y la fuerza de nuestro Gobierno», se congratuló la máxima mandataria del país en televisión, quien restó valor al levantamiento asegurando que «las acciones equivocadas de unos pocos no hablan por la voluntad del pueblo, el Ejército y la Policía».

Acosada en el Congreso

Por si acaso, el Gobierno impuso el toque de queda desde la medianoche hasta las cinco de la madrugada para evitar nuevos disturbios. Asimismo, el ministro del Interior, Ronaldo Puino, señaló que se había ordenado a la Policía Nacional y a las Fuerzas Armadas mantenerse en estado de alerta máxima para impedir movimientos inusuales de tropas, además de reforzar la seguridad en torno al palacio de Malacañang, residencia oficial de la jefa de Estado.

Macapagal Arroyo está muy cuestionada y el Congreso ha intentado destituirla en dos ocasiones tras descubrirse que, durante los comicios de 2004, presionó por teléfono a un miembro de la Comisión Electoral mientras procedía a un recuento que luego le dio la victoria. Acosada por la corrupción, que obligó a su marido a marcharse del país, Gloria Macapagal ha sobrevivido a la enésima asonada militar, pero a buen seguro que no será la última que se produce en Filipinas.