Cuestión de prioridades
En la vida -la nuestra particular y la comunitaria o global- todo se basa en las prioridades. Se supone que uno debe tener bastante claro qué cosas merecen la pena, por encima de las restantes. Que debe hacerse una composición de lugar y barajar adecuadamente conceptos como amor, familia, salud, amistad, trabajo, respeto, solidaridad, seguridad, para mantenerlos ordenados según la importancia que les concedamos para nuestra felicidad y nuestro desarrollo.
Actualizado: GuardarLos estados, como organismos formados por personas (hemos de suponerles también la humanidad a los gobernantes, aunque en algunos casos sea mucho suponer), deberían igualmente establecer sus prioridades, de acuerdo a las de sus ciudadanos. Pero me temo que en la mayoría de los casos, gobernantes y gobernados disienten en sus preferencias vitales.
En una emisora de radio comentaban hace unos días que proporcionar una sanidad aceptable a todo el continente africano costaría alrededor de 1.500 millones de dólares (para que nos entendamos, algo más de mil millones de euros, 168.000 millones de las antiguas pesetas). Una cantidad, para mi economía de currita, inimaginable. Pero muy pequeña, insignificante, si seguíamos escuchando la radio y conocíamos el segundo término de la comparación. Exactamente lo que le habían costado a los Estados Unidos diez días de guerra en Irak. Y la pregunta era insoslayable: ¿es posible que a las personas que forman esa nación que pretende abanderar la democracia en el mundo les importe más la guerra que la salud? No digo ya a su presidente -todos conocemos su opinión: es de los que hacen dudar de la humanidad de la política-, sino a los hombres y mujeres, uno por uno, que integran ese país. ¿Y a nosotros, españoles y españolas? ¿Qué nos parece más necesario en ese orden de prioridades? Da que pensar