Chávez insiste
El anuncio por parte del presidente venezolano, Hugo Chávez, de que su Gobierno congela las relaciones con España mientras el Rey Juan Carlos no le pida disculpas representa una vuelta de tuerca más en su obstinada pretensión de alimentar el victimismo, en puertas del contestado referéndum para reformar la Constitución Bolivariana previsto para el próximo domingo 2 de diciembre. Poco importa que el término utilizado por Chávez no tenga significación alguna en los usos diplomáticos, porque su propósito no es otro que el de mantener un chantaje continuado que, por una parte, aliente entre las bases chavistas la sectaria convicción sobre la presencia de un enemigo exterior, mientras que por la otra suscita inquietud entre las empresas y los ciudadanos españoles vinculados con Venezuela.
Actualizado: GuardarEl provocador cuenta siempre con la ventaja que le da suponer que el provocado responderá con prudencia. Aunque siempre exista el riesgo de que Chávez interprete la cautela como muestra de debilidad, es lógico pensar que su permanente recurso a la bravata despierta entre sus ciudadanos más preocupación que entusiasmo. El líder bolivariano sabe que las autoridades españolas no harán uso de los mecanismos propios de una crisis diplomática, ni emplearán descalificaciones públicas para replicarle con la misma moneda. Y es plausible que con los recursos propios de la diplomacia, que son la discreción y la tarea paciente, el Gobierno trate de reconducir la incómoda situación generada por la intervención de Chávez en la última Cumbre Iberoamericana, consciente de que en su acción exterior ha de primar el interés común sobre cualquier pretensión de desagravio. Pero sí parece necesario que el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero cuente con voces de autoridad para evitar que el silencio sistemático o las palabras evasivas contribuyan al desconcierto de la opinión pública y a ofrecer en el ámbito internacional una imagen extrañamente impasible de España.
La prudencia y la sensatez pueden explicarse por sí mismas. Pero mientras la ofensa persista y Chávez insista en sus inadmisibles declaraciones, tanto la ciudadanía española como la opinión pública venezolana y la iberoamericana en general sentirán la necesidad de escuchar de boca del Gobierno español lo que éste piensa de la provocación chavista.