GESTOS. Olmert sonríe a Bush, que posteriormente también conversó con Abbas (derecha). / REUTERS
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Cita con la esperanza en Anápolis

Bush, anfitrión de la cumbre que se inicia hoy, se muestra optimista ante una ocasión que los líderes israelí y palestino apuestan por no desaprovechar

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Se estrecharon la mano, se felicitaron por encontrarse de nuevo y se prometieron que esta vez sería diferente. Con ese encuentro entre el presidente estadounidense, George W. Bush, y el primer ministro israelí, Ehud Olmert, despegaba ayer en la Casa Blanca un nuevo intento del Gobierno norteamericano por inyectar oxígeno a las negociaciones de paz entre Israel y Palestina. El día fuerte será hoy, cuando se reúnan cuarenta países en Anápolis (Maryland) para contribuir a una solución regional al conflicto de Oriente Próximo.

«Estoy deseando continuar nuestro serio diálogo contigo y con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina para ver si la paz es o no posible», le dijo Bush a Olmert poco antes de recibir también Mahmud Abbas (Abú Mazen) en el Despacho Oval. «Yo soy optimista, y sé que tú también, y quiero darte las gracias por tu valor y tu amistad. Estoy orgulloso de ti», remachó el presidente estadounidense.

Olmert no estaba por la labor de llevarle la contraria al anfitrión antes incluso de sentarse a la mesa de negociaciones. «Esta vez es diferente -animó el primer ministro israelí- porque vamos a tener un montón de participantes en lo que espero impulse un serio proceso de negociaciones entre nosotros y los palestinos».

Ciertamente el primer logro de la cumbre era la participación de dos enemigos de Israel, Siria y Arabia Saudí, que no han estado presentes en otros intentos semejantes. Aun así, su representación no alcanza la entidad de un ministro de Asuntos Exteriores, como había pedido la Casa Blanca, sino de un adjunto a ese cargo. España está representada por el responsable de su diplomacia, Miguel Ángel Moratinos.

Los ausentes

Pero para muchos la verdadera clave del encuentro no era quiénes estaban presentes, sino quiénes faltaban. Y la ausencia de Hamás, que desde junio controla Gaza, así como de Irán, que tampoco había sido invitado, condena el encuentro al fracaso a ojos de muchos analistas. El movimiento radical palestino ya ha advertido de que «ningún acuerdo que salga de esta cumbre será vinculante para el pueblo palestino, sólo entre quienes lo firmen», declaró a la prensa Ismail Hanniya, líder del grupo islamista, en línea con el régimen de Teherán.

Para garantizar el éxito de la conferencia palestinos e israelíes se afanaban ayer en pactar un documento que desgranará los siguientes pasos para continuar el proceso de negociaciones. Una especie de Hoja de Ruta actualizada que partirá de los acuerdos alcanzados en Camp David en 2000, cuando el presidente Bill Clinton intentó desesperadamente forzar un acuerdo entre Ehud Barak y Yaser Arafat.

Y eso a pesar de que la Administración Bush intenta distanciarse de aquella cumbre que tanto criticó durante la campaña electoral. El Consejero de Seguridad Nacional, Stephen Hadley, ya ha advertido de que nadie debe esperar que el inquilino de la Casa Blanca presione a unos y otros en la mesa de negociaciones para alcanzar un acuerdo, como hiciera entonces Clinton. «La historia sugiere que esos esfuerzos forzados nunca han funcionado», insistió Hadley.

A juzgar por las palabras de Olmert, la segunda parte de la conferencia que se inicia hoy puede estar ya en la agenda de las dos partes en conflicto y sólo faltaría ponerle fecha. La cita histórica entre los líderes israelí y palestino sería en Jerusalén, la Ciudad Santa en disputa, donde «nos sentaremos juntos y trabajaremos algo que será muy bueno para crear gran esperanza para nuestros pueblos», vaticinó misterioso el líder hebreo. Abbas, que parecía seguir el mismo guión, también se mostró esperanzado de que la cumbre que se inicia hoy dé paso a negociaciones serias.

«Tenemos gran esperanza de que esta conferencia produzca unas negociaciones de estatus permanente, ampliadas, sobre todos los temas que lleven a un acuerdo de paz entre Palestina e Israel, y a un pacto para la seguridad y la estabilidad», declaró el presidente de la ANP en árabe tras aceptar los buenos deseos de George Bush.

Los tres líderes se juegan mucho en esta conferencia. Abbas ha perdido la mitad del territorio que quiere convertir en un Estado independiente que conviva como vecino de Israel. Olmert, debilitado por la guerra de Líbano, está siendo investigado por su papel en la privatización del Banco Leumi. Y George Bush, a un año de finalizar su mandato, no quiere pasar a la historia como el autor del desastre iraquí sino como el gran pacificador de Oriente Próximo.