Calle Porvera | El festín del colesterol, por Virginia Montero
El colesterol y los triglicéridos están ya frotándose las manitas de gusto (suponiendo que tuvieran, claro) en vistas a las comilonas navideñas con las que solemos despedir el año. Cuando era pequeña, se limitaban a Nochebuena/Navidad, Nochevieja/Año Nuevo y Reyes, que no es poco, pero ahora, con las responsabilidades y las amistades que da la edad, se han multiplicado de tal forma que las citas familiares son las más livianas.
Actualizado:Y es que casi todo el mundo hace comidas de Navidad: las empresas (la propia y la de otros a las que te invitan), los partidos políticos, los equipos de fútbol, las asociaciones de vecinos, las peñas... y hasta los grupos de amigos se reúnen para celebrar las fiestas frente al jamón, el queso y los polvorones (ayyy, si todo fuera eso). No me extraña que cuando llega el 31 de diciembre nos planteemos, eso sí, siempre para empezar el día 8 ó el 9 de enero, ir al gimnasio, hacer régimen, dejar de comer dulces y patatas fritas, etc, etc, etc. De ahí a que en Reyes lluevan los chándales del mercadillo y las tablas de abdominales que suelen acabar en el sótano llenas de polvo.
Ya tengo alguna fecha confirmada y seguro que acabaré haciendo malabares para poder ir a todas, que risas se echan un rato. Por el bien de mi colesterol espero que la moda de la dieta sana haya hecho suficiente mella en los convocantes y en los restaurantes para que podamos ir de rebajas por gusto y no porque no nos cierra el botón de los pantalones.
Yo, por si acaso, llevo desde octubre entrenando a base de polvorones (y luego hago cura de desintoxicación comiéndolos hasta marzo) para que las comilonas no me pillen de sorpresa. Por cierto, me gustan todos menos los de coco.