CRÍTICA DE TV

Manipulando

El contenedor del sábado noche de Telecinco, La Noria, dedicó esta semana una suerte de debate a la cuestión de la financiación de la Iglesia. Como se sabe, a partir del año que viene la Iglesia deja de percibir asignación directa del Estado; ahora sólo recibirá lo que los ciudadanos marquen en la casilla correspondiente de su declaración de IRPF. El debate de Telecinco, sin embargo, iba a mayores: ¿Por qué ha de financiarse la Iglesia a través del IRPF? ¿No es eso injusto? En realidad no era una pregunta, sino que la injusticia se daba por supuesta. A partir de ahí, el espectáculo tuvo algo de tribunal popular (de los de la cheka) o de partido amañado por el árbitro.

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La manipulación del asunto se había tallado a golpes nada discretos con las herramientas más toscas que he visto en mi vida. Uno: la polémica se planteó en términos expresamente negativos, de denuncia y acusación. Dos: los testimonios recabados a modo de ilustración del problema eran unánimemente negativos, contrarios al acusado. Tres: el discurso de la acusación no se atenía a los hechos objeto de litigio -la cuestión de la financiación-, sino que acogía cualesquiera argumentos capaces de lanzar porquería sobre el acusado. Cuatro: el debate se organizó con una apariencia de pluralidad que, en realidad, era falsa, porque el banco de la acusación era compacto y el de la defensa era heteróclito, porque los fiscales hablaron más que los abogados y quitaban la palabra a éstos cuando les venía en gana, y porque el supuesto moderador -Jordi González- actuaba en realidad como acusador. Cinco: para que a nadie le quedara ninguna duda, después de esa parodia de debate -por otro lado, salpicada con avances tan sugestivos como la supuesta bastardía del 15% de los españoles o las hazañas genitales de los chicos de strip-tease- se dio paso a la denuncia de una señora que quiere darse de baja de la Iglesia y dice que no le dejan.

¿Es posible manipular más? Difícilmente. El espectáculo de La Noria ha sido una de las tergiversaciones más deshonestas que hemos visto en pantalla. Al final, el discurso editorial de La Noria, reiterado en el planteamiento del asunto, en el reportaje previo, en el debate y por el propio presentador, es que la Iglesia debe vender las catedrales y volver a los primeros tiempos, o sea, los de las catacumbas y los leones y tal. Particularmente proclive al retorno se mostraba Enric Sopena, el cual, por cierto, lo decía con la inequívoca expresión de quien, una vez en la arena, se pondría inmediatamente del lado de los leones. ¿Quién sabe? Tal vez estemos en puertas de un nuevo tipo de reality-show.