Putin levanta la veda
Los encarcelamientos del ex campeón del mundo de ajedrez, Gary Kasparov, convertido en el martillo opositor de Putin desde hace meses, y de Boris Nemtsov, del partido liberal, suponen un endurecimiento de las formas políticas del presidente Vladimir Putin que debe ser observado con suma atención, especialmente después de la renuncia de la OSCE a enviar observadores a las elecciones a la Cámara baja rusa del próximo 2 de diciembre ante las trabas impuestas por el régimen ruso. La anodina campaña electoral -toda vez que los sondeos no arrojaban la más mínima duda respecto del respaldo masivo a la opción política pilotada por el actual presidente- ha dado, sin embargo, un sorprendente giro y se ha puesto al rojo vivo merced a la severa conducta del Gobierno y sus fuerzas especiales de seguridad, que apalean y detienen a los adversarios políticos en vísperas de unas legislativas ya descontadas al partido del presidente, Rusia Unida.
Actualizado:La falta de autorización para las manifestaciones no justifica en absoluto la reacción desproporcionada y nadie entiende que Putin -que pudo haber forzado una reforma constitucional para ser elegido en un tercer mandato pero se limitó a cambiar el gobierno y apoyar la campaña de su partido- haya optado de pronto por saltarse las más básicas normas políticas. Incluso parece que con la detención de un personaje tan mundialmente famoso como Kasparov, el presidente ruso lanza un mensaje de control absoluto a la comunidad internacional, en la mejor tradición del autoritarismo ruso. Los exultantes datos macroeconómicos, que cabalgan sobre el precio desbocado de las materias primas energéticas, han reavivado en Rusia el sentimiento nacionalista más prepotente. Sólo así se entiende que Putin haya calificado públicamente a sus opositores de chacales de las embajadas extranjeras y abierto una inexplicable cacería política.