me han dado garrafón
LA PORVERA Me han dado garrafón. Ésas fueron las primeras palabras que pronuncié para mis adentros mientras me levantaba de la cama, sin dejar de agarrarme la cabeza. El comienzo de esta historia, como es lógico y natural, tiene lugar un domingo al mediodía, después de un sábado noche y más de una copa en locales en que te dan gato por liebre.
Actualizado: GuardarLa resaca era previsible. Hay un antiguo proverbio oriental según el cual cuando la lluvia venga, si eres consciente de que te mojarás, te mojarás igual, pero no habrá sorpresas. Lo mismo me ocurre a mí. Soy consciente de que me levantaré con el bolsillo pelao y de que acusaré el cansancio de la noche anterior, de que mis ojos estarán vidriosos y mi garganta algo fustigada.
Lo que no me puedo creer, maldita sea, es que me hayan dado garrafón. Yo pago cinco euros por mi copa, como todo quisqui. Al dolor de cabeza se une la decepción que sufrimos todos cuando en la vida nos dan garrafón.
Y es que los políticos nos dan garrafón, los bancos nos dan garrafón, la publicidad nos da garrafón, los periodistas también damos garrafón (yo mismo en esta columna, sin ir más lejos). Así podríamos seguir indefinidamente hasta concluir que la vida te da garrafón. A no ser, estimado lector, que la tuya se haya convertido en una consecución de todas las metas que un día soñaste. Que seas aquél que soñabas despierto cuando eras pequeño.
¿De qué están hechos nuestros sueños? De rayos catódicos y de ondas. No hay nada en la vida que nos dé más garrafón que la televisión, la publicidad y el cine. Volviendo a la idea original de este artículo, anoche me dieron garrafón. Y por eso, siguiendo con el símil, veo las cosas con el vaso medio vacío.