Artículos

Líbano perturba Annapolis

A la hora de afrontar cualquier iniciativa para solucionar el conflicto entre israelíes y palestinos hay que encajar los enrevesados intereses de los actores de la región. Líbano se ha convertido en un problema grave tras la huída del presidente, Emile Lahoud, por la falta de acuerdo en el Parlamento para sustituirle. El gobierno del primer ministro, Fuad Siniora, rechaza el decreto de estado de excepción pero la realidad es que los militares controlan las calles para evitar enfrentamientos que puedan desencadenar otra guerra civil. La última, todos contra todos, duró quince años y desangró lo que era la Suiza de Oriente. El reparto de poder en Líbano es un claro ejemplo de lo complicado que es todo en esa zona. La Constitución establece que el presidente tiene que ser un cristiano maronita, el primer ministro un musulmán sunní y el presidente del Parlamento un musulmán chií. La crisis la desencadenó hace un año los chiiés de Hezbolah al dimitir sus cinco representantes en el gobierno tras una dura pugna en las calles contra el primer ministro Siniora, enemigo declarado de Siria y respaldado por la comunidad internacional.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Un Líbano desestabilizado persigue el objetivo de condicionar la Conferencia de Paz de Annapolis, que comienza el martes, y conseguir, por ejemplo, que los Altos del Golán entren en la agenda como pretende Siria. Además, es una presión por parte de Irán, que no ha sido invitado a la cita, y que demuestra así su influencia real en la zona. Otro condicionante de lo que se pueda decidir en Annapolis es la ausencia de los palestinos de Hamás que controlan Gaza. Que se celebre la Conferencia con árabes e israelíes en la misma mesa es un éxito pero Arabia Saudí ha advertido que no significa un reconocimiento de Israel y que no puede limitarse a una representación teatral y una foto; exige contenido político: Jerusalén, asentamientos y refugiados, y apoyo a su iniciativa de paz. Los saudíes pisan fuerte como potencia clave en la región, a pesar del fracaso de su mediación entre los palestinos de Hamás y de Al Fatah, y además de petróleo cuentan con nuevas armas norteamericanas por si el régimen de los ayatolas tuviera alguna tentación, aunque, la amenaza real para la monarquía wahabí es la injusticia interna que alimenta a Al Qaeda.