Internado
Conversación con un capitoste de la producción audiovisual: que por qué me meto con El internado, me reprocha, cuando es un producto de buena factura y, además, rentable. El juicio es muy interesante. Lo único que no se le puede reprochar a El internado es, en efecto, su calidad técnica y su rentabilidad. La primera es notable. La segunda es satisfactoria. Es decir que, desde esos puntos de vista, merece una evaluación muy positiva. Ahora bien, sería realmente grave que cualquier evaluación se limitara a esa dimensión técnico-económica. Según ese criterio, cualquier cosa tendrá un valor positivo si está bien hecha y da dinero; pero todos estamos en condiciones de citar una buena docena de productos muy bien hechos, muy rentables y sencillamente abominables.
Actualizado: GuardarAquí intervienen otros criterios que son de tipo ético y estético. Y precisamente El internado, que no es un producto abominable, sin embargo es un buen ejemplo de cómo la valoración en términos técnicos y económicos no guarda relación con criterios éticos y estéticos. Esas cosas se advierten en rasgos que no siempre se perciben a la primera, pero cuya reiteración despierta la desconfianza del espectador. Por ejemplo, y siempre en El internado, los reclamos sexuales soft son tan elementales que a uno le dan sofocos de pura hilaridad. ¿Es preciso que la heroína adolescente ande siempre en un escueto camisón rosa? ¿Es igualmente necesario que el héroe adolescente pasee por la casa con el torso desnudo? Estas cosas, hace quince años, podrían haber suscitado escándalo; ahora, cuando estamos ya tan de vuelta de tanto exceso, sólo dan una risa que te partes el esternón, por la simpleza del cebo.
A mayores profundidades, uno se queda pasmado cuando trata de penetrar en el alma de los personajes: es como verse aspirado por el vacío. ¿Tan difícil era dotar a la historia de unos personajes con algo dentro? Sí, es difícil, pero, en cualquier caso, es obvio que no era ese el propósito de los guionistas. El día que los espectadores no podamos criticar lo que una historia nos cuenta y del dinero que dé, ese día habrá que dejar de ver la televisión.