Panorama desde el puente
La cotidianidad política se ha visto sacudida esta semana por la publicación de la última encuesta periódica del CIS, el mismo día que también aparecía otro sondeo de El Periódico, confeccionado por una consultora catalana, GESOP. A poco más de tres meses de las elecciones generales del 9 de marzo, las encuestas han adquirido ya ese carácter premonitorio y sentenciador que les confiere el hecho de que ya no juegan con especulaciones basadas con futuribles remotos, sino con opiniones públicas que empiezan a movilizarse de cara a la gran decisión. Pese a ello, estas herramientas son lo que son y juegan el papel que juegan: notoriamente, la disección de la realidad sociopolítica influye sobre la propia realidad y la modifica, de modo que ni los sondeos son inocentes ni mucho menos puede pensarse que son algo más que aproximaciones a la realidad, que sólo se hará constatable y persistente en las urnas.
Actualizado: GuardarLas dos encuestas mencionadas son divergentes, quizá porque la del CIS fue confeccionada durante la semana del 22 al 29 de octubre, antes por tanto de la sentencia del 11-M y del incidente en la cumbre iberoamericana de Santiago de Chile, mientras que la de El Periódico es posterior. Y en tanto aquélla pronostica una diferencia PSOE-PP en términos de estimación de voto del 2,3%, lo que significaría un empate técnico toda vez que el margen de error es del 2%, ésta otorga al PSOE una ventaja del 5,9%, lo que indicaría que los últimos acontecimientos habrían devuelto la iniciativa a la actual mayoría política.
El análisis de los datos, que en este caso llega a conclusiones semejantes a las que proporciona la simple observación intuitiva de la realidad ambiental, indica que hay dos grandes elementos determinantes de la evolución de la actual situación, descrita por los sondeos. De un lado, el desenlace de la batalla electoral dependerá de la evolución de la situación económica a corto plazo, y más concretamente de la percepción de la coyuntura que adquiera el consumidor en estas Navidades.
De otro lado, estamos en presencia de una batalla de imagen en la que Rodríguez Zapatero, bien valorado dentro de lo que cabe, tiene evidentes dificultades para vender su proyecto a pesar de que su contendiente recibe una calificación personal bajísima: en la encuesta del CIS desciende al quinto lugar en el ranking de líderes políticos, por detrás del propio presidente, de Llamazares, de Duran Lleida y del defenestrado Imaz.
Sobre la situación económica, es significativo que, según el CIS, el paro y la vivienda preocupan ya más que ETA, que era la principal inquietud hace tres meses, en tanto crece en el trimestre la proporción de personas que creen que la situación económica general es «mala» y «muy mala», a la vez que disminuye la de los que piensan que es «regular», «buena» o «muy buena».
La encuesta de El Periódico es más rotunda en este sentido: los españoles que creen que la situación económica es mala han dado un salto de 14 puntos entre junio y noviembre, del 25,6% al 39,5%, mientras que los que creen que la situación es buena han descendido del 39,6% al 29,5%. El saldo es, así, negativo por primera vez en toda la legislatura.
Existe en todo caso un cierto consenso económico sobre la escasa visibilidad que habrá alcanzado el empeoramiento económico dentro de tres meses, que en todo caso no será rotundo puesto que se espera que la economía española sigue creciendo en 2008 a tasas superiores al 3%, a pesar del parón inmobiliario. Así las cosas, cabe imaginar que el PP, consciente de la debilidad de su líder, hará lo posible por llevar el debate al terreno de las propuestas y de las ideas, en tanto el PSOE buscará el cara a cara, la personalización de la controversia, la implicación de los líderes en un debate directo que no tiene color.
Los sociólogos políticos han hecho mucho hincapié esta vez en que, en contra de los análisis intuitivos, no es la conquista del centro político la que da o quita elecciones sino la movilización de las sucesivas capas de la izquierda. Si el PSOE consigue que vayan a votar las zonas menos politizadas de su clientela, la continuidad de la actual mayoría estará asegurada. Lo que permite presagiar que la campaña será áspera: para bien o para mal, electrizar a las clientelas siempre requiere ciertas dosis de inflamación y demagogia.