«No me daba cuenta porque me hacía sentir que la culpable era yo»
Marina sufrió los malos tratos de su marido durante 13 años, pero desde que se separó disfruta de una vida tranquila con sus hijos
Actualizado: GuardarTenía miedo de todo, de hacer o decir algo que le molestara, de que los niños lo despertaran de la siesta, de que llegara la hora de la cena y la mesa no estuviera a su gusto. Temblaba y trataba de anticiparse a cualquier situación que pudiera provocar su ira. Sin embargo, Marina (una mujer de 39 años que prefiere ocultar su verdadero nombre) no fue consciente de que estaba siendo víctima de malos tratos en los 13 años que duró su matrimonio. «No me daba cuenta -recuerda-, porque él me hacía sentir que la culpable era yo y después de que me pegaba yo le pedía perdón».
Su particular infierno comenzó la noche de bodas. Hasta entonces su pareja no había mostrado el carácter violento y explosivo que tanto la hizo sufrir los años posteriores. Primero fueron los malos tratos físicos y después los psicológicos, una tortura constante que consiguió minarle la autoestima. «Me decía 'tú no vales para nada' y si me veía comiendo me llamaba gorda y me decía 'sigue así y verás cómo te vas a poner'», relata.
Marina vivía con la obsesión de no hacer nada para provocarle. No trabajaba porque él no se lo permitía, tampoco podía pedirle dinero y cuando iba a la compra lo hacía acompañada por él. «Yo estaba totalmente sumisa -reconoce-, me encerró, me aisló hasta que perdí el contacto con mis amigas y dejé de salir a la calle. Llegué a estar un año sin salir a la calle, no había nada fuera de casa si no era él». Pero nada de ello sirvió para evitar las agresiones. «Un día me tiró en una bañera y tuve que ir al hospital para que me pusieran un collarín, llegué a temer por mi vida, lo creía capaz de cualquier cosa», cuenta.
Tortura continua
Los golpes y las palizas se producían cada semana, pero Marina los aceptaba como algo «normal» dentro de su matrimonio. «Tú no piensas que eres maltratada -dice-, sino que te ha tocado a ti y que es una cosa normal. Yo no me daba cuenta de que era maltratada y cuando me quise dar cuenta me costó mucho dar el paso».
«Se vive muy mal así, temblando a la hora que va a venir, procurando darles de cenar a los niños y acostarlos antes de que llegue, intentando no verlo, muy mal», explica. Incluso necesitó ayuda médica para poder sobrellevar la situación, pero el tratamiento psiquiátrico al que se sometió no consiguió hacer que se sintiera mejor y cada vez se encontraba más hundida. Durante mucho tiempo creyó que todo podía cambiar e incluso acudió a un orientador familiar para intentar «salvar el matrimonio», pero «no había vuelta atrás». Sólo abrió los ojos cuando el agresor empezó a cebarse con sus hijos. Fue en ese momento cuando dijo «hasta aquí» y tomó la decisión de separarse, pero le llevó dos años dar el paso definitivo.
En esa etapa crítica tuvo el respaldo de la Asociación de Mujeres Unidas contra la Violencia, un colectivo de ayuda a las víctimas de malos tratos que en los últimos dos años se ha convertido en su «familia». Ahora Marina vive sola con sus hijos, ha encontrado un trabajo y colabora como voluntaria asesorando a mujeres que han pasado por una situación similar a la suya, y les demuestra con su ejemplo que es posible otra vida. «De esto se sale, es muy difícil pero se sale, hay vida después de ellos», afirma. Y continúa: «El hecho de cerrar la puerta de casa y estar sola con mis hijos, aunque no tengamos qué comer, para mí es lo más importante». El siguiente paso es dejar que el dolor cicatrice, porque está convencida de que «poco a poco las heridas se irán curando».