Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Opinion

Irresponsabilidad televisiva

El asesinato de Svetlana Orlova a manos presuntamente del hombre con el que había convivido y con el que rompió tras sufrir acoso ha vuelto a situar en el primer plano del debate público la responsabilidad que asumen las cadenas y productoras que mantienen programas de «telerrealidad» convertidos en el escaparate de pasiones, celos, rupturas e intentos de reconciliación. Es evidente que el único culpable de la muerte de la joven rusa es el asesino que, antes de acabar con la vida de Svetlana, tomó la iniciativa de acudir a un plató requiriendo la presencia de la víctima. Pero ni siquiera el hecho de que, al parecer, ambos respondieron negativamente a la pregunta de si habían acosado o sufrido acoso, o habían sido objeto de medidas de alejamiento, exime a los responsables del programa en cuestión de haber convertido el efecto sorpresa en que se basa su desarrollo en la añagaza dirigida a Svetlana para escenificar una reconciliación a demanda de su ex pareja. Dichos responsables han alegado no sólo que no fueron capaces de detectar el riesgo, sino que tampoco cuentan con posibilidades para prever una tragedia semejante. Razón por la cual nadie podría imputarles culpa alguna en el asesinato; pero tampoco podrían guarecerse tras una declaración de inocencia absoluta sin que, cuando menos sean, señalados ante la opinión pública como irresponsables.

Actualizado:

No es la primera vez que en España y en países de nuestro entorno el asesinato machista se haya cobrado una víctima después de que el asesino hubiera sobreactuado previamente ante las cámaras implorando el perdón y el restablecimiento de la convivencia. Hace tan sólo tres años, el propio plató de El diario de Patricia acogió a un asesino y a su víctima poco antes de que se produjera el mortal crimen. Lo ocurrido es una muestra más de que la vía de la autorregulación ética por parte de las cadenas se ve desbordada por la competencia al minuto que se produce entre ellas. Lo que resulta inadmisible es que, aunque sea implícitamente, cada una trate de explicar la inexistencia de mayores filtros o, sencillamente, la no renuncia a convertir los dramas humanos y sentimentales en carnaza televisiva con el argumento de que así lo hacen otras o transfiriendo a la audiencia la responsabilidad de su mantenimiento.