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El supremacista traicionado

Ian Smith, el último líder racista de Rhodesia, culpó hasta su muerte a Thatcher de acabar con el régimen blanco para crear el actual Zimbabue

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Ian Smith, fallecido el martes a los 88 años en Ciudad del Cabo, donde residió con su hijastra durante los últimos años, fue el último líder supremacista de origen británico que gobernó en África. Mantuvo impasible sus opiniones hasta el final y creyó hasta su muerte que había sido traicionado por Margaret Thatcher.

Era hijo de un carnicero escocés que emigró a Rhodesia del Sur, ahora Zimbabue, un territorio que, con las actuales Malawi y Zambia, formaba parte de la Federación de África Central, que se desintegró en el proceso de descolonización del continente en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Smith lideró la resistencia del 5% de habitantes blancos a la cesión del poder a la mayoría negra y, a las 11.00 horas del 11 de noviembre de 1965, aniversario del armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, leyó una Declaración Unilateral de Independencia que le valió la condena del mundo.

Veinte mil personas murieron en un conflicto contra las guerrillas de Joshua Nkomo y Robert Mugabe mientras Smith desafiaba a la ONU y a la metrópoli. El país exportaba cromo a Estados Unidos y carne a Reino Unido, y comerciaba con los países sudafricanos. Las sanciones económicas fueron siempre burladas.

Margaret Thatcher llegó a Downing Street en 1979, cuando Smith había camuflado el Gobierno de la minoría blanca tras una nueva Constitución y un Gabinete liderado por el obispo Abel Muzorewa. Esperaba el apoyo del 'lobby' conservador y de los militares colonialistas británicos. Pero el Foreign Office, guiado por Peter Carrington, luego secretario general de la OTAN, guió a la primera ministra hacia una iniciativa diplomática que acogió con recelo y sin entusiasmo, pero ejecutó con valor. El señuelo ideado por los diplomáticos fue ofrecer a Thatcher una solución británica, al margen de Naciones Unidas.

La líder 'tory' desplegó su habitual energía y su diplomacia directa en una conferencia, en Lusaka, de la Commonwealth, la reunión de viejas colonias británicas que suelen causar recurrentes jaquecas a los dignatarios de Londres. Además, convocó un encuentro entre las diferentes facciones de Rhodesia en Lancaster House. Cuando la negociación estaba al borde del colapso, Thatcher envió a Salisbury, hoy Harare, al aristocrático Lord Soames para hacerse cargo de la transición como gobernador. La convención avanzó con éxito y se celebraron elecciones en un país supervisado por destacamentos del Ejército y de la Policía.

Evolución

Londres esperaba la victoria de Nkomo, pero ganó Mugabe. Smith permaneció en su granja y en el Parlamento. Los primeros pasos de la Zimbabue independiente crearon optimismo sobre su economía mixta. El nuevo poder respetó a los grandes propietarios blancos y organizó la explotación comunal de otras tierras. Thatcher había cosechado un éxito diplomático imprevisto en una dirección inesperada. Podía ya centrarse en las cuestiones que le interesaban, la reforma de la economía británica y en las relaciones exteriores, las batallas de la guerra fría y su contienda para limitar la Comunidad Económica Europea a Mercado Común.

Smith, que perdió un ojo cuando se estrelló con su avión como piloto de la fuerza aérea británica en la Segunda Guerra Mundial -fue luego derribado en Italia y se unió a los partisanos antes de huir por la frontera francesa-, se retiró de la política en 1988 y se dedicó a recibir en su granja, sin protección, a los visitantes. Les explicaba que él estaba en lo cierto cuando las sequías y la conversión del país en un régimen de partido único convirtieron a Zimbabue en otra jaqueca para Londres, que se esfuerza para evitar que sus dignatarios coincidan con Mugabe en los foros internacionales.