Cultura

Eterno Fernando

Si hay un artista que represente la historia del cine español desde sus inicios hasta nuestros días, ese es Fernando Fernán-Gómez. No sólo por su presencia constante sino por la eficacia y excelencia de todos sus trabajos. Fernán-Gómez pertenece a esa raza de actores que todo lo hacen bien, independientemente de que la película sea mala, regular, buena o estupenda. Hacía que lo difícil o lo inverosímil resultara cercano, fácil y cotidiano. Dotado de una versatilidad sin límites podía pasar de La venganza de don Mendo a Canciones de Kurt Weill y Bertolt Brecht, con la misma excelencia y eficacia.

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Con Fernando desaparece un artista completo e irreemplazable. No sólo brilló como actor, también fue un director esencial tanto en cine como en teatro. En cine debuta en una de las épocas más brillantes y a la vez más difíciles del cine español. Me refiero al final de los años 50, con las deliciosas comedias La vida alrededor o La vida ante sí, o la muy mordaz y maldita obra maestra El crimen de Mazarrón (El extraño viaje). Autor teatral y novelista de éxito, retrató como nadie su profesión y su vida en otra obra maestra, El viaje a ninguna parte. Ahora que acabo de recibir la noticia de su tránsito a la eternidad me escalofría pensar en semejante título.

Fernando fue eterno antes de morir. En mi filmografía hay muy pocos personajes mayores masculinos, afortunadamente cuando me salió uno en Todo sobre mi madre, a pesar de su brevedad, Fernando accedió a hacerlo. Es uno de los mejores regalos que he recibido como director. En una película creada a base de emociones encadenadas, él protagonizó una de las escenas más bellas y emotivas: el paseo con el perro por el parque, cuando se encuentra a Penélope, su hija, a la cual no reconoce. Durante el rodaje fue muy cariñoso, después nos vimos de vez en cuando. Me alegro mucho de haber tenido la oportunidad de demostrarle en vida mi absoluta admiración y mi cariño.

La ferocidad de Fernando es una falacia. Simplemente no soportaba la estupidez y la mediocridad y no lo disimulaba. Era un ser libre, sin compromisos, excepto consigo mismo y con su trabajo, y no tuvo necesidad de hacer paripés ni concesiones.

En lo personal siempre lo recordaré, y seguiré viendo sus películas. Siempre.