Virus de desigualdad
El informe anual de Naciones Unidas sobre la evolución del SIDA en el mundo refleja tanto los avances logrados en la prevención y contención de la epidemia como su preocupante conversión en un relevante factor de desigualdad para los países más desfavorecidos, especialmente agravado en África. Las estadísticas globales ofrecen un horizonte más esperanzador que hace un año, al haberse reducido la cifra de nuevos contagios -2,5 millones- y también la del total de personas infectadas, que ha pasado de 39,5 millones a 33,2. Este recorte en la repercusión mundial del VIH se explica por los progresos obtenidos en la investigación de las terapias, en el aumento del acceso a las mismas y en una mayor sensibilización para evitar las situaciones de riesgo que pueden llevar a contraer el virus. No obstante, la disminución también se debe a un motivo más prosaico pero cuya relevancia no conviene minusvalorar: varios países han perfeccionado sus técnicas de detección y recuento de la enfermedad, lo que subraya la importancia de contar con los instrumentos estadísticos adecuados para poder diseñar con la mayor exactitud posible los programas de prevención y de asistencia sanitaria imprescindibles para frenar la epidemia.
Actualizado: GuardarEspaña es el único país de Europa, junto a Italia, que no dispone de un registro generalizado sobre los ciudadanos que han sufrido el contagio del VIH, dado que el fichero aprobado por el Gobierno está recurrido judicialmente por asociaciones de afectados. La privacidad que requieren datos tan sensibles debe ser celosamente protegida, a fin de que la supuesta falta de seguridad no se transforme en un obstáculo insalvable para avanzar en el necesario conocimiento sobre el impacto real del virus. Es evidente que ese objetivo, esencial para poder ajustar las terapias y avanzar en las investigaciones, precisa de la implicación singular de los propios afectados.
No deja de constituir una terrible paradoja que mientras los progresos científicos han logrado cronificar la enfermedad en los países más desarrollados, hasta el punto de relajar peligrosamente algunas conductas de riesgo, el SIDA mate ya a más personas en África que cualquier guerra o hambruna. Esta tragedia diaria exige la adopción internacional de los mismos compromisos, en especial la extensión de la información y el acceso a los tratamientos adecuados, que han resultado efectivos en cada estado para limitar la mortalidad del mal.