La botella del náufrago
Hoy, si me lo permiten, no voy a aludir, siquiera sea para tomarlo de excusa o de trampolín para el artículo, a ningún tema de actualidad. Ni político, ni social. Ni siquiera quiero acudir al anecdotario de la prensa o de Internet para levantar el pequeño monumento a la fugacidad que suele ser la columna de opinión. Hoy quiero hablarles, si me lo permiten en su inagotable paciencia de lectores benévolos, de ella misma.
JEREZ Actualizado: GuardarÚltimamente he estado leyendo opiniones y teorías sobre qué sea el articulismo de opinión de boca de varios de sus asiduos practicantes. En especial, me han interesado las declaraciones del magnífico Manuel Alcántara, decano de este quehacer, al que tenemos el gusto de seguir en la última página de este mismo diario. Decía, en una entrevista de Guillermo Busutil (otro estupendo articulista, y querido amigo) que el artículo es una conversación con el lector. Efectivamente, en sus textos se percibe, diariamente, esa fluidez conversacional, esa soltura del diálogo...
A mí, sin embargo, algunos días me asalta el pensamiento de que un artículo de este tipo no sea sino la botella que el náufrago, con un hilo de esperanza, lanza al mar por si encuentra quien la abra. Escribo en esos días para un lector difuso, casi desdibujado y, sin terminar de perder la fe -si así fuera, no habría a qué lanzar la botella-, me atenaza la duda.
Pero, la semana pasada, varios lectores han venido a comentarme alguno de esos artículos, me han dicho que me leían, que les había gustado -o no- alguna frase, algún comentario. Así que aquellas botellas desesperanzadas y aquellas cartas sin destinatario expreso, habían llegado hasta sus manos y a sus ojos. Este humilde y efímero artefacto que es la columna de hoy, va dedicada a ellos. Porque ahora estoy segura, como el maestro Alcántara, de que puede ser, de que es, una grata conversación.