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LOS PELIGROS

Equipamientos de barrio

La noticia volvía a surgir, casi oculta, esta semana: la Asociación de Vecinos Tres Torres, del barrio Santa María de Cádiz, se niega a que el Ayuntamiento cree una biblioteca en su barrio. Dicho así, para quien no conozca más de esa historia, podría parecer una barbaridad, pero no lo es. Les sobra razón para decir que ese equipamiento es innecesario, porque ya existe. En noviembre de 2006, la Oficina de Rehabilitación del Casco antiguo, de la Junta de Andalucía, inauguró allí la biblioteca Fermín Salvochea, en los bajos de un inmueble del siglo XIX de la calle Suárez de Salazar, restaurado completamente por esa Oficina. Desde entonces funciona exitosamente como biblioteca, lugar de acceso público a Internet y sala de estudios para jóvenes que, muchas veces, no tienen un espacio diferenciado para ello en sus propias casas. Su servicio, que sin duda es imprescindible, parece que cubre las necesidades de un barrio no muy grande de extensión y con una población de unas cuatro mil personas. Sobre todo porque con recursos limitados y pocos espacios públicos, hay que saber aprovecharlos y sacarles el mayor beneficio.

MANUEL J. RUIZ TORRES
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En Santa María no existe ni una cabina telefónica ni un cajero automático, a pesar de que el barrio apuesta por convertirse en un referente turístico de la ciudad. El único policía municipal de barrio debe compatibilizar su trabajo con lo que le surja en el Ayuntamiento. Tampoco existe una plaza con bancos públicos para sentarse. En esas condiciones, parece evidente que hacen falta muchas otras cosas antes que una segunda biblioteca. Pero el Ayuntamiento opta por repetir este equipamiento por una razón política y otra de prestigio mal entendido.

La política de rehabilitación municipal hace un cierto seguimiento de las iniciativas autonómicas, copiándole ideas como la instalación de ascensores o los equipamientos sociales o comerciales en los bajos de edificios rehabilitados. Entra, así, en una competencia política con la Junta de la que termina beneficiándose la ciudad. Y, políticamente, la alcaldesa, al mantener la confusión sobre la autoría de todo lo que se haga, aunque sea con una enorme diferencia presupuestaria a favor de la Junta. Pero aquél beneficio se pierde si se lleva la competición al disparate de duplicar, en el mismo espacio, proyectos iguales. Hay, en este caso concreto, además, una idea restrictiva de la cultura, donde parece que la necesidad de leer es más «prestigiosa» que otras necesidades de desarrollo de las personas, entre las que se incluyen aspectos tan importantes como la sociabilidad y la propia forma física. Así, la Asociación de Vecinos ha pedido, en lugar de la nueva biblioteca, un Centro Cívico multiusos que permita clases de actividades deportivas, especialmente para mayores. Y éstos, a través de la iniciativa de algunos de los usuarios de su Centro de la calle Botica, han recogido más de tres mil firmas para que ése sea el uso final del local.

Que no se les haga caso supondría un claro despilfarro económico, de medios y de espacios, en una ciudad que no los tiene. Y, lo que es peor, ahora que se mira tanto al pasado glorioso de la ciudad, una práctica política propia de los tiempos del Despotismo Ilustrado, donde los dirigentes decidían lo que era mejor para el desarrollo del pueblo sin contar con los deseos de éste. Ahora, para su bien, otra biblioteca. La Ley de Bases de Régimen Local, define a los municipios como «cauces inmediatos de participación ciudadana en los asuntos públicos». Esa participación sigue siendo una asignatura pendiente de este Ayuntamiento, con años de retraso en la elaboración de un nuevo Reglamento que la posibilite. Tampoco debería desoír a los vecinos que, al asociarse, ya manifiestan su voluntad decidida de intervenir en la política local, que no debe concebirse como un coto exclusivo. Al contrario. El modelo que se propone, el de Centros Cívicos con actividades deportivas integradas, ya existe en Vitoria. Entre sus objetivos, además de agrupar en una misma unidad diversas actividades y descentralizar los servicios municipales acercándolos al ciudadano, busca impulsar la participación entre asociaciones, grupos y personas para «recoger las demandas y acoger las iniciativas de los mismos». Hacernos caso, en suma.