Nostálgico esplendor
Los joyeros Suárez celebran una fiesta inspirada en el 'glamouroso' cine de los años cuarenta con Isabel Preysler
Actualizado: GuardarMadrid, noche del pasado miércoles. Allí estaba Isabel una vez más, bajo los focos instalados en el lujoso hotel Urban, a pocos metros del Congreso de los Diputados, al que antaño acudía Miguel Boyer, su marido. Llevaba una estola de piel, un sencillo pero elegante vestido negro de cóctel, un favorecedor recogido en forma de moño bajo, un par de poderosos tacones, unos elegantes guantes de cabritilla y un despliegue de joyas para el que se requeriría un presupuesto digno de ser aprobado en Las Cortes.
Gracias al espectacular montaje concebido por Luis Galliusi para la fiesta donde los joyeros bilbaínos Suárez presentaron su colección Élite 2007, las paredes del hotel se convirtieron en pantallas en las que se proyectaban películas de los años 30 y 40, con Cary Grant, Katherine Hepburn... Puro glamour en blanco y negro. Pero Preysler no les iba a la zaga. En uno de sus dedos lucía un solitario de oro blanco con un diamante talla cojín de más de diez quilates que, de haber estado en la mano con la que Gilda devolvió a Glenn Ford su famosa bofetada, a buen seguro que el actor habría acabado en Urgencias. Eso por no hablar de los dos diamantes talla pera de sus pendientes o de los 71 que componían el collar. ¿Quién da más? Hagan juego señores...
Isabel posó y luego contó que ha estado hace poco en un concierto de Enrique, que para ella el valor de las joyas es sobre todo sentimental (sí, sí, eso decimos todas, pero luego las llevamos a tasar) y que lo suyo con Miguel Boyer va, como no podía ser de otra forma, de lujo.
Todo esto lo explicaba la ex mujer de Julio Iglesias bajo la alegre música de fondo de la Wall Big Band, a la que Bogart, si el pobre levantara la cabeza, contrataría sin duda para su famoso garito de Casablanca. Por tan selecto ambiente desfilaron Cari Lapique y su hija mayor, Caritina, que se casará en verano en Ibiza y que tiene ya tantas ganas de casarse como su madre de ser abuela. Laura Sánchez, con ondas en el pelo, escote palabra de honor y traje de raso negro, parecía estar a punto de arrancarse a cantar Put the blame on Mame. Pero le faltaban los guantes hasta más arriba del codo. Y no porque no los tuviera, sino porque resultó que el pedazo solitario de oro blanco y diamante talla esmeralda de más de diez quilates que lucía en el dedo no le cabía a través del guante... Y las joyas esa noche eran lo primero.
Las más originales fueron los pendientes de Martina Klein, inspirados en la forma de un coral marino y dignos de apartar a un lado la melena. Klein esa noche parecía Verónica Lake; aunque ella, como casi todas las modelos, a la que realmente desea emular es a Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes. Martina declaró que «la joya más valiosa del mundo me la regalaron hace dos años y ocho meses. Se llama Pablo y es de color zafiro», en referencia a su hijo. Y negó estar a punto de separarse de su pareja, Álex de la Nuez, con una escueta afirmación: «Estamos bien».
En busca del glamour perdido, ése venía a ser el lema de la fiesta, ya que, según el joven Emiliano Suárez -ideólogo de la velada-, «el glamour se está perdiendo, ya no es lo que era...». Nati Abascal intentó subsanarlo y se presentó elegantísima. Nadie se atrevió a preguntarle por su amigo Jaime de Marichalar. Tampoco ella habría contestado. A cambio, comentó que de parecerse a una actriz sería «a Marlene o a Greta Garbo». Nuria González, Mar Saura, David Delfin, que dice estar descubriendo las joyas «al mismo tiempo que el vino», Marisa de Borbón, la acaudalada Carmen Lomana... Entre tanto diamante, Alaska, con su cabello rojizo, contrastaba como un exótico rubí. «Me encanta el glamour de los 40, lo que pasa es que no me favorece», confesó la cantante. «Lo mío es el look a lo Yvonne de Carlo en el papel de Lily Monster. Tengo esa fijación desde los cinco años, por eso llevo toda mi vida luchando contra mi pelo rubio natural y rizado. Yo, como Dita Von Teese, soy una rubia con vocación de morena».
Total, que Olvido Gara no acaba de verse en Casablanca y menos en el papel de Ingrid Bergman, pero como muy bien habrán pensado los Suárez con un suspiro de alivio: «Siempre nos quedará Isabel».