Desesperado y desesperante
Gastón Casas se fajó una vez más con los defensas rivales, pero acusó su fatiga en el momento clave, el del remate, fallando la ocasión más clara del encuentro
Actualizado: GuardarCorre, lucha, se pega con los centrales, se descuelga a las bandas, se sacrifica en defensa, pero no marca goles. Gastón Casas comienza a desesperarse como delantero centro del Cádiz; y lo que es peor aún, empieza a trasladar esa desperación a la grada, cuyo run run se hace notable cada vez que el charrúa dispone de una ocasión clara de gol. Ayer fueron escasas las oportunidades de que disfrutó -concretamente dos-, pero en una de ellas estuvo la victoria del conjunto amarillo, con la importancia y la responsabilidad que dicho aspecto conlleva.
Corría el minuto 53 cuando Enrique le sirvió una asistencia de oro que le dejaba solo ante Jacobo. Era momento de demostrar ese instinto que debe poseer todo buen delantero centro. Pero la fatiga acumulada por kilómetros y kilómetros en vano le nubló la vista, le incitó a controlar el esférico en vez de golpearlo de primeras y permitió a Boris truncar su deseo y el de miles de cadistas de firmar la victoria cadista. Decepción, inseguridad, incredulidad, impaciencia. Casas perdía poco después un balón en las inmediaciones del área soriana y confirmaba que éste no iba a ser su día -más aún cuando la afición amagó con silbarle-.
Labor invisible
Calderón ejerció de psicólogo. Le sustituyó. Le quiere fresco para próximos compromisos, sobre todo de mente. Confía en él y así lo grita a los cuatro vientos, pero el bonaerense agradecería más que acumulara más efectivos en la vanguardia cadista para poder jugar como lo había hecho en anteriores etapas de su carrera, más despreocupado de labores invisibles y sórdidas y obsesionado con una única cosa: el gol.