CATANIA. Sicilia, a través de los ojos de Alejandro Luque.
LUNES DE... LITERATURA

Para conocer un lugar

Alejandro Luque ha publicado recientemente una nueva novela, 'Viaje a la Sicilia con un guía ciego' en la que se mezclan sus dos pasiones: Borges y la ciudad italiana

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Quien conozca la trayectoria literaria de Alejandro Luque estará familiarizado con sus fijaciones. Si se rastrean los títulos de algunos de sus libros -Palabras mayores. Borges/Quiñones, 25 años de amistad o La defensa siciliana, por ejemplo-, se pueden establecer las fronteras físicas y literarias de esas obsesiones. En su última publicación Viaje a la Sicilia con un guía ciego (Almuzara, Sotavento), confluyen las coordenadas de sus pasiones literarias y viajeras: Borges y Sicilia.

El viaje

El origen de un libro suele tener que ver con unas motivaciones personales concretas que no se llaman inspiración, sino más bien necesidad -de ordenar el mundo, de explicar a los lectores los ruidos de las tuberías por donde circula la intimidad; en definitiva, de alumbrar los rincones más oscuros o confusos del devenir del tiempo sobre los cuerpos y los estados de ánimo-.

Si se trata de un libro como este, hay que añadir la anécdota determinante del viaje, pero no de aquel que se contrata en agencias con el tufo intenso y superficial del turismo veraniego, sino del viaje sentimental, según la clasificación de Laurence Sterne, el que uno negocia con su propia sensibilidad, con su intimidad, con las deudas que ha adquirido consigo mismo.

«Cuando siento, no escribo» decía Bécquer acerca de su producción poética. «Cuando viajo, no escribo; sólo tomo notas», parece afirmar Alejandro Luque en este Viaje a la Sicilia con un guía ciego. Sobre todo cuando viajo con amigos: Ro, Ka e Iván, a los que dedica el libro. Sobre todo cuando quiero mantener su amistad y algo más, porque viajar es un acto de fe, un reto definitivo que pone a prueba la calidad de los hilos que anudan la amistad y ese algo más. Sobre todo cuando en la maleta y en el coche alquilado (Eureka) no somos solo cuatro, sino seis, porque hay que dejar sitio a Borges, por supuesto, y a Ferdinando Scianna, el fotógrafo de la Agencia Magnum que retrató al escritor argentino en su visita a Sicilia y posteriormente publicó el cuaderno de tapas rojas que le sirve al Alejandro Luque viajero y apuntador como infalible guía turística por los lugares borgianos de la isla.

Las fotos

Las instantáneas de Scianna, aunque en blanco y negro, acompañan y colorean el texto de Luque. Las fotos de Borges por Sicilia marcan la ruta, muchas de las conversaciones de los amigos viajeros y, en alguna que otra ocasión, los reproches. El fetichismo borgiano de Luque arrastra a los amigos por una ruta siciliana nada convencional que trata de reproducir los ángulos y los escenarios de las imágenes de Scianna, pero con un protagonista diferente.

Muy al contrario de lo que marca la costumbre -enseñar a los amigos los álbumes-, Luque no ha caído en la trampa facilona y, en cierta medida, egocéntrica de mostrar su texto y sus fotos. Seguro de su talento en el manejo de la prosa y de sus dudas con el diafragma y el obturador, ha dejado a los profesionales que hagan su trabajo. No obstante, la reproducción del trabajo de Scianna no sale muy favorecido en la edición definitiva de Viaje a la Sicilia con un guía ciego por las limitaciones entre económicas y artísticas que el blanco y negro impone.

El texto

Volviendo al texto hay que destacar el esfuerzo porque el libro no resulte una suma de anécdotas más o menos pintorescas, de apuntes superficiales del paisaje y del paisanaje.

En Viaje a la Sicilia con un guía ciego se trata de desvelar al lector lo que se esconde detrás del pintoresquismo de la isla, de la imagen cruel que hemos heredado tras tantas películas hollywoodienses sobre la mafia siciliana. Aunque todo eso puede influir en la vida de Sicilia, sólo es una parte de su verdad cotidiana y actual. Sería muy triste quedarse con una idea tan reducida de una isla compleja, por la que han pasado todas las civilizaciones y que ha comprobado en carne propia lo que significa el esplendor y la miseria.

Todo esto, y algo más, se encuentra en Viaje a la Sicilia con un guía ciego. La arquitectura, el paisaje duro de la isla, el Etna y sus cenizas impenitentes, sus playas, sus pueblos perdidos, contribuyen a que el lector componga un deseo casi irrefrenable de visitar la otra Sicilia que no se vende en los catálogos. Y por encima de este conglomerado, la literatura del lugar: Lampedusa, Brancati, Vittorini, Bufalino, Camilleri, Pirandello, Sciascia, y los textos de tantos viajeros ilustres que dejaron blanco sobre negro sus impresiones sobre la isla: Goethe, Zagajewski, Maupassant, De vuelta a casa, entre su Cádiz natal y el otro Palermo bonaerense y borgiano, Alejandro, Luque con paciencia y cuidado, cocina el plato exquisito que ahora tenemos en las manos.

Y algo más

Por cierto, hay que aclarar con el permiso del escritor las minúsculas del título -con un guía ciego-. Una vez que uno se introduce en el libro, parece estar claro a qué se refiere esta especie de subtítulo. Sin embargo, como buen escritor que conoce al «hipócrita lector, -mon semblable-, -mon frère-», que decía Gil de Biedma en Pandémica y Celeste, Luque juega a mantener una tensión insospechada, a quitar la venda al lector. Transgrediendo el género en el que se inserta -el libro de viajes- o enriqueciéndolo al deslizar resortes de otras prácticas literarias, Alejandro Luque guarda una sorpresa para el final.

Sería bueno recordar también que la segunda parte o el segundo libro de su obra poética publicada hasta la fecha Armas gemelas se llama El cuaderno de Ro.

Todo viaje guarda un enigma y este libro de viajes contiene el suyo. Recordemos que un libro se escribe a veces para ajustar cuentas, en el buen sentido de la expresión. Así, pues, ¿qué tiene que ver Ro con un guía ciego?