Privilegiado
Actualizado: Guardaron numerosas las razones que se podrían argumentar para afirmar con absoluta contundencia que Antonio Calderón se ha convertido en el profesional más envidiado del fútbol gaditano. ¿Cuántos entrenadores no se acuestan soñando que algún día se van a ver en la tesitura de dirigir al club de fútbol más importante de la provincia? Posición de privilegio y, a la vez, punto de inflexión, dirigir al Cádiz no es ninguna tontería en estos tiempos que corren aunque la ley del fútbol dictamine que es un puesto con fecha de caducidad, argumento que podrían corroborar hombres tan conocidos como Linares, Blanco (ambos pareja de hecho ahora en Onda Cádiz), Juan Antonio, Orúe, Jose González, Espárrago y Oli. Quien más quien menos ha terminado saliendo por la puerta de atrás de un club -o más bien sus dirigentes y aficionados- que no entiende de sentimientos cuando la pelota no quiere entrar en el marco contrario. Un optimista diría que a Calderón le ha llegado la oportunidad de su vida para ser alguien en esto. Un pesimista, que desde el pasado martes comenzó su cuenta atrás. Lo que ciertamente resulta patético es ver como los que manejan los hilos tirán de la solución más económica y menos sangrante sólo en tiempos de zozobra aunque nos resulten todavía cercanas ciertas pamplinas gestadas desde la comisión deportiva. Por ahora, no vendamos la piel antes de cazar el oso y -como bien apunta el incombustible Muñoz- hagamos piña en torno a un hombre de la casa que no lo va a tener fácil. De hecho, se cuentan con los dedos de una mano los que apostaban por él para esta ardua tarea. Si esta decisión es una señal de que algo está cambiando para bien en el seno de la entidad, bienaventurada sea porque de ella se beneficiara la cantera; pero si es un gesto de cara a la galería, sus nefastas consecuencias se vislumbrarán incluso antes de que finalice la campaña.