El huevo de la serpiente
La masiva llegada de inmigrantes alrededor del cambio de siglo (1990-2005), ha modificado sustancialmente el paisaje urbano y social de nuestro país. En la actualidad representan el diez por ciento de la población, aunque en determinados barrios o municipios como Talayuela (Cáceres) llegan al 35%, convirtiéndose en un hecho social de primerísimo orden. A pesar de la rapidez del proceso, el cambio ha sido asimilado sin conflictos de importancia y la integración social ha sido exitosa. Somos el 2º país de la UE en el Índice de Políticas de Integración después de Suecia (Octubre, 2007)
Actualizado:Diversos estudios sociológicos constatan que la sociedad española o andaluza no es racista o xenófoba, aunque haya una minoría que los ve con desconfianza y muestra cierto rechazo. De hecho, es el tercer problema más citado por los españoles; un porcentaje que aumentaría, sin duda, en el escenario de una recesión económica. Se detecta un racismo denominado «de baja intensidad», que estaría en el origen de los cada vez más frecuentes incidentes violentos contra inmigrantes y en el surgimiento de partidos racistas en las últimas elecciones municipales.
Es el caldo de cultivo en que la serpiente está a punto de romper el huevo donde se incuba. El resurgir de una extrema derecha racista y xenófoba es un fenómeno que recorre Europa nutriéndose del miedo al otro, al diferente, al extranjero que viene a robarnos nuestro trabajo, los colegios, las camas de hospital, a invadir nuestros barrios y diluir nuestra cultura e identidad. La explotación de estos sentimientos abona los resultados electorales de la ultraderecha en media Europa y puede llevar a un racista a la presidencia de Suiza, donde uno de cada cinco residentes es inmigrante.
Entre nosotros aún no se había roto el cascarón, aunque los ataques racistas (como la zafia agresión de un mequetrefe a una chica ecuatoriana), anuncian su próxima eclosión. Han estado treinta años haciendo la travesía del desierto a la que les condenó una derecha que pactó la transición a la democracia, consiguiendo representar con Alianza Popular a los españoles nostálgicos del régimen anterior, dotándoles de una ideología que los alejaba de las tentaciones involucionistas que la ultraderecha anhelaba.
Los ultraderechistas de ahora son los herederos de aquellos Guerrilleros de Cristo Rey que colaboraban con los grises para reprimir a los demócratas y que ahora, escondidos en universidades elitistas y asociaciones sectarias, reciben cuantiosas subvenciones públicas. A ellos se suman grupúsculos inspirados en Falange (FE), como Democracia o Frente Nacional y tribus urbanas como los skinheads, que componen este puzzle de inspiración fascista o neonazi. Entre sus referencias ideológicas están los miembros del KKK, uno de cuyos líderes (Mr. White) ha sido invitado a impartir doctrina en España.
Se impone una reflexión colectiva sobre este preocupante fenómeno, porque más allá de si autorizar o no sus manifestaciones, el problema es el aumento del racismo y la subvención de su ideología. Gracias a la Ley de la Memoria Histórica, este 20-N será la última vez que utilicen el Valle de los Caídos para celebrar a sus líderes muertos. Un día que es la efeméride de personajes mucho más importantes para la identidad europea como Leon Tolstoi o Benedetto Croce (y muy cerca de las de Voltaire, Proust, Gide, London y Huxley) y, precisamente, del comienzo del Proceso de Nuremberg contra la serpiente del nazismo en 1945.