El hombre de la luz
Como ya he dicho en alguna que otra ocasión, cuando era pequeña era una niña muy débil. Siempre estaba rodeada de médicos porque los virus se apoderaban de mi organismo a la primera de cambio y digamos que a mis glóbulos blancos no les gustaba trabajar demasiado por lo que necesitaban siempre ayuda externa. Muchos fueron las consultas por las que pasé cuando tenía cinco años, pero hay una que no he olvidado regentada por un facultativo distinto a los demás.
Actualizado:El médico en cuestión me tenía fascinada. Además de ese acento raro que lo hacía distinto, tenía siempre una luz en la frente que lograba dejarme atontada. Me encantaba ir a su consulta y que ese hombre me regalará piruletas o caramelos cada vez que abría mucho la boca y decía «aaaaaaah». También me gustaba que me dejara el estetoscopio con el que yo misma era capaz de oír a la perfección mi corazón y recuerdo que el día de mi operación de amígdalas me tranquilizó mucho verle cuando un anestesista, que no me gustaba nada, intentó pincharme.
Son vagos recuerdos que se entremezclan y que estos días han vuelto a mi mente tras ver como el doctor Geara era nombrado rey Baltasar. Él fue mi médico, mi hombre de la luz en la frente.
Supongo que después de 20 años es imposible que se acuerde de mí. Yo estoy encantada de que este año sea Baltasar, además de que sé que se lo merecía desde hace años por su labor al frente de Solidaridad Jerezana, tengo que reconocer que siempre fue fiel seguidora del tercero de sus majestades y que haya formado parte de un momento delicado de mi infancia lo hace todo más especial.
Enhorabuena a los tres Reyes. Eso sí, este año le escribiré mi carta a Baltasar, que ya nos conocemos.